Page 87 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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–Plural –corrigió Jan–. Siempre han sido considerados
dioses, con sus Aspectos y Atributos, pero ahora lo han he‐
cho espantosamente oficial. Y cualquiera que resulte que se
halla entre los Primeros haría muy bien en asegurarse si
desea la deificación rápida o la pira cuando entre en la
Mansión del Karma estos días.
–¿Cuándo es tu cita? –concluyó.
–Mañana –dijo Sam–, por la tarde ¿Cómo es que aún an‐
das por aquí, si no tienes ni un halo ni un puñado de rayos?
–Porque tengo un par de amigos que me sugirieron que
siguiera viviendo, discretamente, en vez de enfrentarme a
la sonda. Acepté de corazón su sabio consejo y en conse‐
cuencia aquí estoy, remendando velas y organizando oca‐
sionales alborotos en las tabernas locales. De otro modo –
alzó una callosa mano, hizo restallar los dedos–, de otro
modo, si no la muerte real, me hubiera encontrado con un
cuerpo carcomido por el cáncer, o con la interesante vida
de un carabao castrado, o...
–¿Un perro? –preguntó Sam.
–Exacto –respondió Jan.
Jan llenó el silencio y dos vasos con el gorgoteo del al‐
cohol.
–Gracias.
–Felices fuegos del infierno. –volvió a colocar la botella
en su banco de trabajo.
–Siempre en un estómago vacío... ¿Lo has elaborado tú
mismo?
–Aja. Tengo la destilería en la habitación contigua.
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