Page 83 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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–Sí.
–Oh.
Aguardó medio minuto, luego inquirió.
–Aquellos que no están registrados y desean usar la má‐
quina, ¿deben pulsar los botones?
–Sí –dijo el hombre–. Deletreando su nombre ocupación
y domicilio.
–Supongamos que se trata de un visitante como yo.
–Entonces debes añadir el nombre de tu ciudad.
–Supongamos que se trata de un analfabeto como yo.
El otro se volvió hacia él.
–Entonces quizá será mejor –dijo– que vayas a rezar al
viejo estilo y entregues tu donativo directamente en manos
de los sacerdote. O te registres y así obtendrás un disco pro‐
pio.
–Entiendo –dijo el príncipe–. Sí, tienes razón. Debo pen‐
sar un poco más en todo esto. Gracias.
Abandonó la fila y rodeó la fuente hasta donde estaba el
Signo del Punzón colgado de una columna. Entró en la ca‐
lle de los Tejedores.
Tres veces preguntó por Janagga el fabricante de velas, la
tercera vez a una mujer bajita con poderosos brazos y un
pequeño bigote, que estaba sentada, con las piernas cruza‐
das, trenzando una alfombra en su banco de trabajo bajo el
alero de lo que en su tiempo debió haber sido un establo y
que aún seguía oliendo como si lo fuera.
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