Page 82 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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El  hombre  adoptó  una  expresión  beatífica.  Al  cabo  de


          unos minutos, la máquina se detuvo por sí misma. Intro‐

          dujo otra moneda y tiró de nuevo de la palanca, haciendo

          que varios de los que estaban al final de la cola gruñeran


          audiblemente haciendo notar que era su séptima moneda,

          era un día caluroso, había gente esperando para rezar un


          poco y por qué no iba dentro y entregaba una donación tan

          grande directamente a los sacerdotes. Alguien respondió

          que evidentemente el hombre tenía muchas culpas que ex‐


          piar. A partir de ahí se iniciaron las especulaciones sobre la

          posible naturaleza de sus pecados. Todo ello acompañado

          de considerables risas.


             Viendo que había vanos mendigos aguardando su tumo

          en la cola, el príncipe fue a su final y se unió a ella.


             A medida que avanzaba la cola observó que mientras al‐

          gunos de los que pasaban ante la máquina pulsaban sus

          botones, otros simplemente insertaban un disco plano de


          metal en la boca del segundo tigre en el lado opuesto del

          chasis. Después de que la máquina hubiera dejado de fun‐

          cionar el disco caía en un cajetín, de donde era recuperado


          por su propietario. El príncipe decidió aventurar una pre‐

          gunta.

             Se dirigió al hombre que estaba ante él en la cola.


             –¿Cómo es –preguntó– que algunos hombres tienen dis‐

          cos especiales?


             –Es porque se hallan registrados –dijo el otro, sin volver

          la cabeza.

             –¿En el Templo?




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