Page 35 - EL CORAZON DE LA REVOLUCION
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demostrarse a sí mismo que puede ser valiente y que
ya es un hombre.

    Sin embargo la reina no estaba de acuerdo con su
hermano y ya que el padre de Amenofis no intentaba
opinar dentro de ese dúo, la madre ganó. La Iniciación se
hizo en los templos, sin las pruebas.

    Pero pasó el tiempo y un día el príncipe le propuso a
Jay que le pusiera las tiras de cuero de carnero en sus
brazos y piernas, las que se usaban para las pruebas de la
Iniciación. Le dijo que sentía la necesidad de pasar por
ellas y vencerlas para no aparecer frente a los demás como
un cobarde, un niño mimado protegido por la madre. Pero
ella no debía enterarse.

    Su tío lo acompañó hasta la selva y marcaron un árbol
inmenso, donde volverían a encontrarse en siete días. Jay
dijo que él estaría allí cada medio día, en caso de que
Amenofis abandonara.

    Por esos días la reina viajaba en una caravana real
con sus médicos sacerdotes y sacerdotisas, hacia el Mar
Muerto o el “mar salado” como ellos lo llamaban. En ese
mar hacía una terapia para la artritis que padecía.

    Los días pasaban y Jay estaba cada vez más
preocupado por su sobrino. Cada mediodía se paraba
junto al árbol marcado para esperarlo. Tenía que contener
su impulso de entrar en la selva a buscarlo, porque sabía
que Amenofis se ofendería por la falta de fe en su
capacidad para pasar las pruebas.

    Por fin llegó el día y el joven regresó sano y salvo. Un
poco demacrado por la falta de alimentos y de sueño.

    La alegría de Jay fue enorme. Lo festejaron todo un
día, bebiendo cerveza hasta que se embriagaron, felices

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