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corresponde a un trabajo de campo realizado por una de las autoras de este ensayo en el año 2014.
A partir de esa experiencia, se pretende dar a conocer las implicancias que tiene la educación y los
espacios de formación en los movimientos sociales y analizar las significaciones de las prácticas
educativas que se realizan en este espacio de formación.
Resulta de gran importancia, en primer lugar, hacer referencia al origen de los movimientos
sociales en Argentina y América Latina. Luis Rigal se refiere a que “en su origen el término
movimientos sociales alude a nuevas formas de acción colectiva de sectores de la sociedad-afectados
en cualquiera de las dimensiones de su condición ciudadana por las políticas vigentes- que se
organizan para reivindicar sus derechos”. (Rigal. 2011: 1)
Estos movimientos que surgieron en América Latina en los años ´70, ´80, tal como lo
manifiesta Rigal (2011) plantean temáticas y conflictos que durante mucho tiempo se habían
limitado al ámbito privado, como el respeto por las diferencias de género o de etnias; preservación
del medio ambiente; recuperación de la propiedad de la tierra; mejoramiento barrial y la promoción
del desarrollo de formas organizativas más democráticas.
En Argentina, el movimiento social Piquetero argentino emerge en los años ´90, en medio de
los ajustes estructurales en la economía y reforma del Estado promovido y llevado adelante por el
gobierno peronista de Carlos Saúl Menem. En este contexto que emergió un movimiento sui generis,
de desocupados que se negaron a permanecer en esa condición y demandando trabajo se lanzaron
a los caminos y sumaron a las comunidades locales para organizar “piquetes” que cortan las rutas y
asambleas populares, que en su desarrollo dieron origen a las denominadas puebladas (Garcés 2010:
62).
Lo sucedido desde fines de los años 90, en nuestro país lleva a complejizar el concepto de
movimiento social, en la medida que muestra la incorporación de nuevos actores sociales y de
múltiples acciones colectivas, encarnando cada uno de ellos una modalidad de resistencia a las
estructurales vías de exclusión social vigentes. (Garcés. 2010: 55).
Los participantes de los movimientos sociales en la actualidad, son los desocupados,
compañeros de escasos recursos, provenientes de diferentes barrios. Son un importante porcentaje
de población, que se encuentra en situación de vulnerabilidad económica, vulnerabilidad social, de
exclusión social. Esto es producto de la estructura social, económica y política a la que se encuentra
sometida gran parte de la población, en las que las oportunidades laborales no resultan ser
igualitarias para todos. Ante esto, el objetivo en común que los une como movimientos es la lucha
por un espacio en la sociedad, de participación, por la igualdad de oportunidades, de derechos, por
la dignidad y el reclamo al Estado en la asunción de su papel como Estado protector de todos sus
ciudadanos.
Tal como afirma Luis Rigal (2011) “en los movimientos sociales la educación ocupa un lugar
central en la construcción de ciudadanía, porque la misma se construye en un proceso de lucha que en
sí mismo es un proceso educativo”. Los movimientos sociales son espacios que permiten a las
personas formarse no solo profesionalmente sino también políticamente, les permite apropiarse de
aprendizajes que contribuyen a la formación ciudadana y concebir una actitud crítica frente a la
realidad actual.
Los movimientos sociales son espacios políticos y pedagógicos por las acciones sociales que
realizan. La perspectiva política pedagógica puede ser “entendida como una pedagogía para las clases
subalternas, en lo político defiende una opción de transformación social, denunciando los componentes
opresivos del orden establecido y defendiendo un modelo más igualitario y más justo.” (Rigal.
2011:5). Los representantes de estos movimientos defienden una idea clara y precisa contra
hegemónica, donde el poder se centra en instituciones netamente capitalistas basada en
desigualdades de oportunidades e intereses. Estos espacios propician prácticas pedagógicas y
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