Page 140 - Viaje A Un Planeta Wu-Wei - Gabriel Bermudez Castillo
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Viaje a un plan eta Wu -Wei Gabri e l Berm údez Casti llo
—Nunca lo supe.
Tras el farallón y las ciénagas había un corte seco en
la estructura del bosque; los pantanos seguían
extendiéndose hacia el Norte, pero de ellos surgían
varios riachuelos que cruzaban el camino y sobre los
que pasó el carromato con grandes chapoteos y
crujidos de la maquinaria...
—Sois buenos tipos, lo reconozco —dijo Sergio—.
Hacía mucho tiempo que no me reía con tantas ganas.
No me reía de él, entiéndeme...
—Te he entendido. Tu risa era buena, era wu‐wei... Y
ya sé que hacía mucho que no te reías. Toca el silbato...
el caserío de Morris está en esas peñas...
Entre los árboles del espeso bosque, encinas, añosos
tejos, la extensión amarilla y esponjosa de los alerces,
los álamos de barnizada hoja y la alfombra vegetal de
las trepadoras, se alzaba, como una isla que surgiera de
un mar verde, una colina hecha de peñascos musgosos,
de no más de veinte metros de altura... El silbato
resonó huecamente entre la densa arboleda, y el
carromato se abrió camino con dificultad por una
senda mal trazada y apenas visible en la semioscuridad
del crepúsculo... Con sorpresa, Sergio se dio cuenta de
que la colina de roca exhalaba humo por algunas
aberturas, y que en ciertos huecos relucían leves
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