Page 92 - Viaje A Un Planeta Wu-Wei - Gabriel Bermudez Castillo
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Viaje a un plan eta Wu -Wei Gabri e l Berm údez Casti llo
palmas de las manos mostrándolas vacías...
—No hacer daño —dijo, hablando por primera vez,
con voz suave—. No temer. Yo sólo imponerte manos;
no daño. Buena medicina.
—Gronff, gronff —dijo el enano, dando un par de
saltos—. Chuok, chuok.
La voz del hombre alto, llamado Vikole, sorprendió
a Sergio. Si la hubiera oído en la Ciudad, habría dicho
que era la voz de un orador político, y de un orador
político hábil. Suave, profunda, agradable...
convincente. Le parecía imposible que un hombre que
hablaba así pudiera engañarle... Luego recordó a un
gran orador de la Ciudad, el conde Ratkoff, y la
desconfianza renació de nuevo en él. Pero como el
hombre alto no parecía ir armado, y los otros dos se
habían alejado un poco, decidió darle gusto.
Los fríos ojos azules se fijaron en los suyos,
pacíficamente. Su expresión cambió algo volviéndose
bondadosa, soñadora. Se cerraron un poco, y cuando
volvieron a abrirse miraban hacia lo alto, como
ausentes. Lentamente las manos de Vikole subieron,
con las palmas completamente abiertas, y con una
suavidad de seda se colocaron sobre su frente.
Estuvieron allí un segundo tan solo, y se retiraron
bruscamente, mientras una expresión de sorpresa,
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