Page 20 - Arte e Historia
P. 20
Danilo De los Santos
La Patria Altagraciana se eslabona al concepto de la nacionalidad concebida en el proyecto duartiano,
liberador y trascendido el 27 de febrero de 1844, cuando el prócer trinitario, Francisco del Rosario Sánchez,
enarbola el pabellón tricolor en el baluarte de San Genaro o del Conde; pabellón izado también en diver-
sos poblados de la naciente república. Aun siendo un símbolo emblemático, en su conceptualidad compo-
sitiva y plásticamente evaluada como tela significada en sus colores, por demás noción abstracta extraída de
un icono figurativo como el altagraciano. Bandera y Virgen resultan arte emblemático que representan el
sentir colectivo de la devoción en un territorio republicano, donde las mentalidades ideológicas, conserva-
doras y liberales no se debaten en las batallas dominico-haitianas, sino doctrinariamente. El conservadismo
de la clase dominante tradicional retiene el poder constitucional y gubernativo, excluyendo a la clase nacio-
nalista que encabezan los trinitarios. La joven República alcanza vida durante diecisiete años (1844-1861),
retrocediendo con la Anexión a España, como voluntad del colonialismo anacrónico que representan los
caudillos Pedro Santana y Buenaventura Báez, siendo el primero el que concretiza el hecho antipatriótico.
Territorio primado como «eslabón obligatorio» de las rutas que expandieron el mundo occidental, Ricardo
Pattee visualiza el país dominicano como zona «triangular» de una isla compartida y «multicompuesto» su de-
sarrollo como nación. Pattee opina: «La nacionalidad dominicana ha vivido desde los albores de su historia una de las
experiencias humanas más apasionantes de todos los tiempos; la coexistencia y la asimilación de razas distintas y culturas que
parecían excluirse mutuamente (…). El caso dominicano es absolutamente único en el mundo, en cuanto que se ha desarro-
llado sobre una tierra estrictamente limitada por la estrecha vecindad con otro pueblo cuyas bases son esencialmente diferentes
y en muchos aspectos antagónicos (…). Su propia independencia (…) es un acto sui generis en la historia del separatismo
hispanoamericano, pues no coincide con ninguna otra ni se acopla a ninguno de los movimientos, tanto en el Continente Sur
como en las demás Antillas».
Lo singular o único de la independencia gestada por Duarte y sus trinitarios es el hecho de ser ajena a
una liberación de dominios europeos (español, francés, portugués…), sino frente al dominio ejercido por
los haitianos durante veintidos años; dominio que no fue colonial, sino políticamente integrado a un sis-
tema republicano absurdo, por las diferentes naturalezas históricas de dos países compartiendo un mismo
territorio, pero diferentes identidades socioculturales: afrofrancófila la condición haitiana, y la dominicana
con rasgo hispanoafricano. Esta última pronuncia la separación el 27 de febrero de 1844, reconociéndose
como trascendente, al proclamar la independencia que entraña lo dominicano, la nación y la república.
El retroceso que significó el traspaso anexionista a España provocó el movimiento revolucionario de la
Restauración, donde se expresa un crecimiento de la conciencia colectiva de los diversos sectores sociales:
campesinado, comerciantes, intelectuales y propietarios. La guerra armada entre dominicanos y españoles
dividió el país gubernativamente, y ensangrentó la patria, pero restituyó el honor de la emancipación nacio-
nal. Renació la república enastando el pabellón tricolor compuesto con las gamas de la Virgen de Higüey.
El restaurado estado republicano del año 1865 no significó, de acuerdo a Pattee, que el ritmo clásico de la
historia dominicana cambiara o se modificara, ya que subsisten los problemas capitales y las tendencias ideoló-
gicas, al seguir «dividido el país entre los que creían en su capacidad de autonomía y los que contemplaban con pesimismo
21

