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Arte e Historia
en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano
impone desde el alba germinativa en la ínsula de vínculos nativos. Es la patria de los habitantes racialmente
entremezclados en un proceso de aculturamiento-transculturación adverso e inevitable en los debates de
varios siglos de historia, y cuyo balance es el criollo que expresa la naturaleza lugareña. La conciencia de la
patria perteneciente con la que se identifica el doncel Juan Pablo Duarte y Díez, cuando airado niega ser
haitiano, para hacerse reconocer dominicano. Su nativo país estaba unificado bajo el régimen de Boyer,
cuando sus padres decidieron que viajara en 1828 a Europa, en donde crece su formación humanística en
un período de permanente efervescencia liberal, luchas emancipadoras, nacionalismo y ardorosa corriente
romántica. Todas estas manifestaciones fortalecieron la identidad patriótica de Duarte como vocación
emancipadora ineludible. Las luchas autonómicas de España, las sociedades secretas, el modelo heroico
de los templarios y la fiesta eclesiástica de «La Santa Cruz» inspiraron la vocación duartiana, liberadora al
retornar a Santo Domingo en 1832.
El historiador Alcides García Lluveres explica el vínculo de Juan Pablo Duarte a la conmemoración de
la Santa Cruz, relacionada al triunfo de los reyes cristianos de Castilla, León, Navarra y Aragón en la batalla
de las Navas de Tolosa, donde fueron derrotados 300 mil soldados, el 16 de julio de 1212. «Los obispos de
Narbona y Toledo, presentes en las Navas, se valieron de la Cruz para excitar al combate. Ese memorable día comenzó
una nueva era en la vida de España: el secular poderío de los moros fue quebrantado allí y los iberos se apoderaron de
Sierra Morena, la llave de la llanura andaluza. En conmemoración de la espléndida victoria, la Iglesia celebra todos los
años, el 16 de julio, la fiesta de “El Triunfo de la Santa Cruz”. Juan Pablo Duarte, que quería inaugurar la Revolución
contra Haití, al conjuro de la Cruz del Salvador, y que al emprender sus trabajos abría otra era en la vida dominica-
na, escogió para poner por obra sus altos designios tan significada fecha: de aquí nuestro inolvidable 16 de julio de
1838, día de la fundación de La Trinitaria. (…) Duarte llamaba “Templarios” a sus amigos, esto es, “Caballeros de
la Cruz”». La asociación nominal rememoraba una orden militar de integración secreta que se constituyó
en defensora de la cristiandad, conformando las famosas cruzadas medievales que en la Península Ibérica
sobrevivieron hasta que fue suprimida por orden del papado romano en el siglo XIV.
Con la fundación de La Trinitaria, nació nuestro inmortal pabellón, cuya descripción se incluye en el texto
de Juramentación de los primeros integrantes de la sociedad secreta: «En nombre de la santísima, angustísima
e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente: Juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro Presi-
dente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano, y a
implantar una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República
Dominicana, la cual tendrá un pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules atravesados con una cruz blanca».
Las tres gamas primarias de la bandera dominicana se vinculaban a la imagen de Nuestra Señora de la
Altagracia. Juan Pablo Duarte se inspiró en «la fe de la Virgen llena de gracia» para su empresa liberadora.
«El genésico y memorable 16 de julio de 1838, que fue lunes por cierto, día del Triunfo de la Santa Cruz, conmemorado
en España, la madre del fundador de nuestra nacionalidad, doña Manuela Díez Jiménez, le puso sobre su pecho una
medalla con la imagen de la Virgen María en su advocación altagraciana, trajeada aquella con los colores que iban a
ser los nacionales».
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