Page 103 - El alquimista
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Y el muchacho se sumergió en el Alma del Mundo y vio que el
                                       Alma   del Mundo era parte del Alma de Dios, y vio que el Alma de Dios
                                       era su propia alma. Y que podía, por lo tanto, realizar milagros.
                                          El simún sopló aquel día como jamás había soplado. Durante
                                       muchas generaciones los árabes contaron la leyenda de un muchacho
                                       que se había transformado en viento, había semidestruido un
                                       campamento militar y desafiado el poder del general más importante
                                       del ejército.
                                          Cuando el simún cesó de soplar, todos miraron hacia el lugar
                                       donde estaba el muchacho. Ya no se encontraba allí; estaba junto a un
                                       centinela casi cubierto de arena y que vigilaba el lado opuesto del
                                       campamento.
                                          Los hombres estaban aterrorizados con la brujería. Sólo dos
                                       personas sonreían: el Alquimista, porque había encontrado a su
                                       verdadero discípulo, y el general porque el discípulo había entendido
                                       la gloria de Dios.
                                          A1 día siguiente, el general se despidió del muchacho y del
                                       Alquimista y ordenó que una escolta los acompañara hasta donde ellos
                                       quisieran.
                                          Viajaron todo el día. A1 atardecer llegaron frente a un monasterio
                                       copto. El Alquimista despidió a la escolta y bajó del caballo.
                                          -A partir de aquí seguirás solo -dijo-. Dentro de tres horas llegarás
                                       a las Pirámides.
                                          -Gracias -dijo el muchacho-. Usted me ha enseñado el Lenguaje del
                                       Mundo.
                                          -Me limité a recordarte lo que ya sabías.
                                          El Alquimista llamó a la puerta del monasterio. Un monje vestido
                                       de negro fue a atenderles. Hablaron algo en copto, y el Alquimista
                                       invitó al muchacho a entrar.
                                          -Le he pedido que me presten la cocina durante un rato -informó
                                       al muchacho.
                                          Fueron hasta la cocina del monasterio. El Alquimista encendió el
                                       fuego y el monje le dio un poco de plomo, que el Alquimista derritió
                                       dentro de un recipiente circular de hierro. Cuando el plomo se hubo
                                       vuelto líquido, el Alquimista sacó de su bolsa aquel extraño huevo de
                                       vidrio amarillento. Raspó una capa del grosor de un cabello, la
                                       en volvió en cera y la tiró en el recipiente que contenía el plomo
                                       derretido.




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