Page 53 - El alquimista
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importante: las decisiones eran solamente el comienzo de algo.
                                       Cuando alguien tomaba una decisión, estaba zambulléndose en una
                                       poderosa corriente que llevaba a la persona hasta un lugar que jamás
                                       hubiera soñado en el momento de decidirse.
                                          «Cuando resolví ir en busca de mi tesoro, nunca imaginé que
                                       llegaría a trabajar en una tienda de cristales -se dijo el muchacho para
                                       confirmar su razonamiento-. Del mismo modo, el hecho de que me
                                       encuentre en esta caravana puede ser una decisión mía, pero el curso
                                       que tomará será siempre un misterio.»
                                          Frente a él había un europeo que también iba leyendo. Era
                                       antipático y le había mirado con desprecio cuando él entró. Podían
                                       haberse hecho buenos amigos, pero el europeo había interrumpido la
                                       conversación.
                                          El muchacho cerró el libro. No quería hacer nada que le hiciese
                                       parecerse a aquel europeo. Sacó a Urim y Tumim del bolsillo y
                                       comenzó a jugar con ellos.
                                          El extranjero dio un grito:
                                          -¡Un Urim y un Tumim!
                                          El chico volvió a guardar las piedras rápidamente.
                                          -No están en venta -dijo.
                                          -No valen mucho -replicó el Inglés-. No son más que cristales de
                                       roca. Hay millones de cristales de roca en la tierra, pero para quien
                                       entiende, éstos son Urim y Tumim. No sabía que existiesen en esta
                                       parte del mundo.
                                          -Me las regaló un rey -aseguró el muchacho.
                                          El extranjero se quedó mudo. Después metió la mano en su bolsillo
                                       y retiró, tembloroso, dos piedras iguales.
                                          -¿Has dicho un rey? -repitió.
                                          -Y usted no cree que los reyes conversen con pastores -dijo el
                                       chico. Esta vez era él quien quería acabar la conversación.
                                          -Al contrario. Los pastores fueron los primeros en reconocer a un
                                       rey que el resto del mundo rehusó reconocer. Por eso es muy probable
                                       que los reyes conversen con los pastores.
                                          »Está en la Biblia -prosiguió el    Inglés temiendo que el muchacho
                                       no lo estuviera entendiendo-. El mismo libro que me enseñó a hacer
                                       este Urim y este Tumim. Estas piedras eran la única forma de adivina-
                                       ción permitida por Dios. Los sacerdotes las llevaban en un pectoral de
                                       oro.
                                          El muchacho se alegró enormemente de estar allí.


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