Page 96 - El alquimista
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El muchacho, no obstante, se había quedado sin voz. Sólo
                                 consiguió hablar después de algún tiempo, mientras caminaban por el
                                 campamento. No era necesario encerrarlos: los árabes se habían
                                 limitado a quitarles los caballos. Y una vez más el mundo mostró sus
                                 múltiples lenguajes; el desierto, que antes era un terreno libre e
                                 infinito, se había convertido ahora en una muralla infranqueable.
                                    -¡Les ha dado todo mi tesoro! -exclamó el muchacho-. ¡Todo lo
                                 que gané en toda mi vida!
                                    -¿Y de qué te serviría si murieras? -replicó el Alquimista-. Tu
                                 dinero te ha salvado por tres días. Pocas veces el dinero sirve para
                                 retrasar la muerte.
                                    Pero el muchacho estaba demasiado asustado para escuchar
                                 palabras sabias. No sabía cómo transformarse en viento. No era un
                                 Alquimista.
                                    El Alquimista pidió té a un guerrero y colocó un poco en las
                                 muñecas del muchacho, sobre la vena que transmite el pulso. Una ola
                                 de tranquilidad inundó su cuerpo, mientras el Alquimista decía unas
                                 palabras que él no conseguía entender.
                                    -No te desesperes -dijo el Alquimista con una voz extrañamente
                                 dulce-, porque esto impide que puedas conversar con tu corazón.
                                    -Pero yo no sé transformarme en viento.
                                    -Quien vive su Leyenda Personal sabe todo lo que necesita saber.
                                 Sólo una cosa hace que un sueño sea imposible: el miedo a fracasar.
                                    -No tengo miedo de fracasar. Simplemente no sé transformarme en
                                 viento.
                                    -Pues tendrás que aprender. Tu vida depende de ello.
                                    -¿Y si no lo consigo?
                                    -Morirás mientras estabas viviendo tu Leyenda Personal. Pero eso
                                 ya es mucho mejor que morir como millones de personas que jamás
                                 supieron que la Leyenda Personal existía.
                                    »Mientras tanto, no te preocupes. Generalmente la muerte hace que
                                 las personas se tornen más sensibles a la vida.
                                    Pasó el primer día. Hubo una gran batalla en las inmediaciones, y
                                 varios heridos fueron trasladados al campamento militar. «Nada
                                 cambia con la muerte», pensaba el muchacho. Los guerreros que
                                 morían eran sustituidos por otros, y la vida continuaba.
                                    -Podrías haber muerto más tarde, amigo mío -dijo el guarda al
                                 cuerpo de un compañero suyo-. Podrías haber muerto cuando llegase
                                 la paz. Pero hubieras terminado muriendo de cualquier manera.


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