Page 99 - El alquimista
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-Mi corazón -repuso el muchacho.
                                          El viento tenía muchos nombres. Allí lo llamaban siroco, porque
                                       los árabes creían que provenía de tierras cubiertas de agua, habitadas
                                       por hombres negros. En la tierra lejana de donde procedía el mucha-
                                       cho lo llamaban Levante, porque creían que traía las arenas del
                                       desierto y los gritos de guerra de los moros. Tal vez en algún lugar más
                                       allá de los campos de ovejas, los hombres pensaran que el viento nacía
                                       en   Andalucía. Pero el viento no venía de ninguna parte, y no iba a
                                       ninguna parte, y por eso era más fuerte que el desierto. Un día ellos
                                       podrían plantar árboles en el desierto, e incluso criar ovejas, pero
                                       jamás conseguirían dominar el viento.
                                          -Tú no puedes ser viento -le dijo el viento-. Somos de naturalezas
                                       diferentes.
                                          -No es verdad -replicó el muchacho-. Conocí los secretos de la
                                       Alquimia mientras vagaba por el mundo contigo. Tengo en mí los
                                       vientos, los desiertos, los océanos, las estrellas, y todo lo que fue
                                       creado en el Universo. Fuimos hechos por la misma Mano, y tenemos
                                       la misma Alma. Quiero ser como tú, penetrar en todos los rincones,
                                       atravesar los mares, levantar la arena que cubre mi tesoro, acercar a mí
                                       la voz de mi amada.
                                          -Escuché tu conversación con el Alquimista el otro día -dijo el
                                       viento-. Él   dijo que cada cosa tiene su Leyenda Personal. Las personas
                                       no pueden transformarse en viento.
                                          -Enséñame a ser viento durante unos instantes -le pidió el
                                       muchacho-, para que podamos conversar sobre las posibilidades
                                       ilimitadas de los hombres y de los vientos.
                                          El viento era curioso, y aquello era algo que él no conocía. Le
                                       gustaría conversar sobre aquel asunto, pero no sabía cómo transformar
                                       a los hombres en viento. ¡Y eso que sabía hacer infinidad de cosas!
                                       Construía desiertos, hundía barcos, derribaba bosques enteros y
                                       paseaba por ciudades llenas de música y de ruidos extraños. Se
                                       consideraba ilimitado y, sin embargo, ahí estaba ese muchacho
                                       diciéndole que aún había más cosas que un viento podía hacer.
                                          -Es eso que llaman Amor -dijo el muchacho al ver que el viento
                                       estaba a punto de acceder a su petición-. Cuando se ama es cuando se
                                       consigue ser algo de la Creación. Cuando se ama no tenemos ninguna
                                       necesidad de entender lo que sucede, porque todo pasa a suceder
                                       dentro de nosotros, y los hombres pueden transformarse en viento.
                                       Siempre que los vientos ayuden, claro está.


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