Page 92 - El alquimista
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Continuaron andando por el desierto. Cada día que pasaba, el
                                 corazón del muchacho iba quedando más silencioso. Ya no quería
                                 saber de cosas pasadas o de cosas futuras; se contentaba con contem-
                                 plar también el desierto y beber junto con el muchacho el Alma del
                                 Mundo. Él y su corazón se hicieron grandes amigos, y cada uno pasó
                                 a ser incapaz de traicionar al otro.
                                    Cuando el corazón hablaba era para estimular y dar fuerzas al
                                 muchacho, que a veces encontraba terriblemente aburridos los días de
                                 silencio. El corazón le contó por primera vez sus grandes cualidades:
                                 su coraje al abandonar las ovejas, al vivir su Leyenda Personal, y su
                                 entusiasmo en la tienda de cristales.
                                    Le explicó también otra cosa que el chico nunca había notado: los
                                 peligros que habían pasado cerca sin que él los percibiera. Su corazón
                                 le dijo que en una ocasión había escondido la pistola que él había
                                 robado a su padre, pues podía haberse herido con ella muy fácilmente.
                                 Y recordó un día en que el chico había empezado a sentirse mal y a
                                 vomitar en pleno campo, y después se quedó dormido durante mucho
                                 rato. Ese día, a poca distancia, lo esperaban dos asaltantes que estaban
                                 planeando asesinarlo para robarle las ovejas. Pero como el chico no
                                 apareció, decidieron marcharse, pensando que habría cambiado su
                                 ruta.
                                    -¿Los corazones siempre ayudan a los hombres? -preguntó el
                                 muchacho al Alquimista.
                                    -Sólo a los que viven su Leyenda Personal. Pero ayudan mucho a
                                 los niños, a los borrachos y a los viejos.
                                    -¿Quiere decir eso entonces que no hay peligro?
                                    -Quiere decir solamente que los corazones se esfuerzan al máximo
                                 -repuso el Alquimista.
                                    Cierta tarde pasaron por el campamento de uno de los clanes.
                                 Había árabes con vistosas ropas blancas y armas por todos los
                                 rincones. Los hombres fumaban narguile y conversaban sobre los
                                 combates. Nadie prestó atención a los viajeros.
                                    -No hay ningún peligro -dijo el muchacho cuando ya se habían
                                 alejado un poco del campamento.
                                    El Alquimista se puso furioso.
                                    -Confía en tu corazón -dijo-, pero no olvides que te encuentras en
                                 el desierto. Cuando los hombres están en guerra, el Alma del Mundo
                                 también siente los gritos de combate. Nadie deja de sufrir las conse-
                                 cuencias de cada cosa que sucede bajo el sol.


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