Page 93 - El alquimista
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«Todo es una sola cosa», pensó el muchacho.
                                          Y como si el desierto quisiera mostrar que el viejo Alquimista tenía
                                       razón, dos jinetes aparecieron por detrás de los viajeros.
                                          -No podéis seguir adelante -dijo uno de ellos-. Estáis en las arenas
                                       donde se libran los combates.
                                          -No voy muy lejos -respondió el Alquimista mirando profunda-
                                       mente a los ojos de los guerreros. Después de un breve silencio, éstos
                                       accedieron a dejarles seguir el viaje.
                                          El muchacho presenció todo aquello fascinado.
                                          -Ha dominado a los guardias con la mirada -comentó.
                                          -Los ojos muestran la fuerza del alma -repuso el Alquimista.
                                          Era verdad, pensó el chico. Se había dado cuenta de que, en medio
                                       de la multitud de soldados en el campamento, uno de ellos los había
                                       estado mirando fijamente. Y estaba tan distante que ni siquiera se
                                       podía distinguir bien su rostro. Pero el muchacho tenía la certeza de
                                       que los estaba mirando.
                                          Finalmente, cuando comenzaron a franquear una montaña que se
                                       extendía por todo el horizonte, el Alquimista le dijo que faltaban dos
                                       días para llegar a las Pirámides.
                                          -Si nos vamos a separar pronto, enséñeme Alquimia -pidió el
                                       muchacho.
                                          -Tú ya sabes. Es penetrar en el Alma del Mundo y descubrir el
                                       tesoro que ella nos reservó.
                                          -No es eso lo que quiero saber. Me refiero a transformar el plomo
                                       en oro.
                                          El Alquimista respetó el silencio del desierto, y sólo respondió al
                                       muchacho cuando se detuvieron para comer.
                                          -Todo evoluciona en el Universo -dijo-. Y para los sabios, el oro
                                       es el metal más evolucionado. No me preguntes por qué; no lo sé. Sólo
                                       sé que la Tradición siempre acierta.
                                          »Son los hombres quienes no interpretaron bien las palabras de los
                                       sabios. Y, en    vez de ser un símbolo de la evolución, el oro pasó a ser la
                                       señal de las guerras.
                                          -Las cosas hablan muchos lenguajes -dijo el muchacho-. Vi
                                       cuando el relincho de un camello era solamente un relincho, después
                                       pasó a ser una señal de peligro y finalmente volvió a ser un simple
                                       relincho.
                                          Guardó silencio. El Alquimista ya debía de saber todo aquello.




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