Page 29 - La muerte de Artemio Cruz
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»—...líderes manejados por agentes extranjeros. Tambroni viene muy duro, Blanco
se avienta una buena columna identificando al líder con el Anticristo y las caricaturas
están que arden... ¿Cómo te estás sintiendo?
»—Ay, no tan bien. Achaques. Ya pasará. ¡Qué ganas de ser los de antes!, ¿eh?
»—Sí, qué ganas...
»—Dile a Mr.Corkery que pase.»
Yo toso desde la cinta magnética. Escucho los goznes de esa puerta que se abre, se
cierra. Siento que nada se mueve en mi vientre, nada, nada, y los gases no salen, por
más que pujo... Pero los veo. Han entrado. Se abre, se cierra la puerta de caoba y los
pasos no se escuchan sobre el tapete hondo. Han cerrado las ventanas.
—Abran la ventana.
—No, no. Puedes resfriarte y complicarlo todo...
—Abran...
»—Are you worried, Mr. Cruz?
«—Bastante. Tome asiento y le explicaré. ¿Quiere tomar algo? Acérquese el carrito.
Yo no me siento tan bien.»
Yo escucho el movimiento de las ruedecillas, el choque de las botellas entre sí.
»—You look O.K.
Yo escucho cómo cae el hielo dentro del vaso, la presión del agua de soda disparada
desde el sifón.
«—Mire: le voy a explicar lo que se juega, por si no lo han entendido. Infórmele a
la oficina central que si este dizque movimiento de depuración sindical triunfa, ya
podemos cortarnos la coleta...
»—¿La coleta?
»—Sí, nos chingamos, en mexi...»
—¡Corten eso! —grita Teresa, se acerca a la grabadora—. ¿Qué clase de falta de
respeto...?
Logro mover una mano, dibujar una mueca. Pierdo algunas palabras de la
grabación.
«—...lo que se proponen estos líderes ferrocarrileros?»
Alguien se suena la nariz, nerviosamente. ¿Dónde?
«—...explíqueles a las compañías, no sea que vayan a creer ingenuamente que se
trata de un movimiento democrático, me entiende, para librarse de dirigentes
corrompidos. No.
»—I'm all ears, Mr.Cruz.»
Sí, ha de ser el gringo el que estornuda. Ah-ja-ja.
—No, no. Puedes resfriarte y complicarlo todo.
—Abran.
Yo y no sólo yo, otros hombres, podríamos buscar en la brisa el perfume de otra
tierra, el aroma arrancado por el aire a otros mediodías: huelo, huelo: lejos de mí, lejos
de este sudor frío, lejos de estos gases inflamados: las obligué a abrir la ventana: puedo
respirar lo que guste, entretenerme escogiendo los olores que el viento trae: sí bosques
otoñales, sí hojas quemadas, ah sí ciruelos maduros, sí sí trópicos podridos, sí salinas
duras, piñas abiertas con un tajo de machete, tabaco tendido a la sombra, humo de
locomotoras, olas del mar abierto, pinos cubiertos de nieve, ah metal y guano, cuántos
sabores trae y lleva ese movimiento eterno: no, no, no me dejarán vivir: se sientan de
nuevo, se levantan y caminan y vuelven a sentarse juntas, como si fueran una sola
sombra, como si no pudieran pensar o actuar por separado, se sientan de nuevo, al
mismo tiempo, de espaldas a la ventana, para cerrarme el paso al aire, para sofocarme,
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