Page 30 - La muerte de Artemio Cruz
P. 30

para obligarme a cerrar los ojos y recordar cosas ya que no me dejan ver cosas, tocar
                  cosas, oler cosas: maldita pareja, ¿cuánto tardarán en traer un cura, apresurar mi muerte,
                  arrancarme confesiones? Allí sigue, de rodillas,  con la cara lavada. Trato de darle la
                  espalda. El dolor de costado me lo impide. Aaaay. Ya habrá terminado. Estaré absuelto.
                  Quiero dormir. Allí viene la punzada. Allí viene. Aaah-ay. Y las mujeres. No, no éstas.
                  Las mujeres. Las que aman. ¿Cómo? Sí. No. No sé. He olvidado el rostro. Por Dios, he
                  olvidado ese rostro. No. No lo debo olvidar. Dónde está. Ay, si era tan lindo ese rostro,
                  cómo lo voy a olvidar. Era mío, cómo lo voy a olvidar. Aaaah-ay. Te amé a ti. Cómo te
                  voy a olvidar. Fuiste mía, cómo te voy a olvidar. ¿Cómo eras, por favor, cómo eras?
                  Puedo creer en ti, duermo contigo, ¿cómo eras? ¿Cómo te invocaré? ¿Qué? ¿Por qué?
                  ¿Otra vez la inyección? ¿Eh? ¿Por qué? No no no, otra cosa, rápido, recuerdo otra cosa;
                  eso duele; eso duele; aaaah-ay; eso duele; eso duerme... eso...



                      TÚ cerrarás los ojos, consciente de que tus párpados no son opacos, de que a pesar
                  de que los cierras la luz penetra hasta la retina: la luz del sol que se detendrá, enmarcado
                  por la ventana abierta, a la altura de tus ojos cerrados: los ojos cerrados que eliminan el
                  detalle de la visión, alteran la brillantez y el color pero no eliminan la visión misma, la
                  misma luz de ese centavo de cobre que se derretirá hacia el poniente. Cerrarás los ojos y
                  creerás ver más: sólo verás lo que tu cerebro quiera que veas: más que lo ofrecido por el
                  mundo: cerrarás los ojos y el mundo exterior ya no competirá con tu visión imaginativa.
                  Cerrarás los párpados y esa luz inmóvil, invariable, repetida del sol creará detrás de tus
                  párpados  otro  mundo  en  movimiento:  luz  en  movimiento,  luz  que  puede  fatigar,
                  amedrentar, confundir, alegrar, entristecer: detrás de tus párpados cerrados, sabrás que
                  la intensidad de una luz que penetrara hasta el fondo de esa placa reducida e imperfecta
                  podría provocarte sentimientos ajenos a tu voluntad, a tu estado. Y sin embargo, podrás
                  cerrar los ojos, inventar una ceguera pasajera. No podrás cerrar tus oídos, simular una
                  sordera  ficticia;  dejar  de  tocar  algo,  así  sea  el  aire,  con  tus  dedos,  imaginar  una
                  insensibilidad absoluta; detener el paso continuo de la saliva por la lengua y el paladar,
                  superar el sabor de ti mismo; impedir la respiración trabajosa que seguirá llenando de
                  vida  tus  pulmones,  tu  sangre,  escoger  una  muerte  parcial.  Siempre  verás,  siempre
                  tocarás, siempre gustarás, siempre olerás, siempre escucharás: habrás gritado cuando te
                  atraviesen la piel con esa aguja llena de un líquido calmante; gritarás antes de sentir
                  dolor alguno. El anuncio del dolor viajará a tu cerebro antes que el dolor mismo sea
                  sentido por tu piel: viajará a prevenirte del dolor que sentirás, a ponerte en guardia para
                  que  te  des  cuenta,  para  que  sientas  el  dolor  con  más  agudeza,  porque  darse  cuenta
                  debilita, nos convierte en víctimas cuando nos damos cuenta de que sólo nosotros nos
                  daremos cuenta de las fuerzas que no nos consultarán, no nos tomarán en cuenta;
                      ya: los órganos del dolor, más lentos, vencerán a los de la prevención refleja,
                      y  te  sentirás  dividido,  hombre  que  recibirá  y  hombre  que  hará,  hombre  sensor  y
                  hombre motor, hombre construido de órganos que sentirán, trasmitirán el sentimiento a
                  los millones minúsculos de fibras que se extenderán hacia tu corteza sensorial, hacia esa
                  superficie  de  la  mitad  superior  del  cerebro  que  durante  setenta  y  un  años  recibirá,
                  acumulará, gastará, desnudará, devolverá los colores del mundo, los tactos de la carne,
                  los sabores de la vida, los olores de la tierra, los ruidos del aire: devolviéndolos al motor
                  frontal, a los  nervios, músculos  y  glándulas que transformarán tu  propio cuerpo  y la
                  fracción del mundo exterior que te tocará en suerte
                      pero en tu  medio sueño, la fibra nerviosa que conducirá el  impulso de la luz no
                  conectará con la zona de la visión: escucharás el color, como gustarás los tactos, tocarás

                 E-book descargado desde  http://mxgo.net  Visitanos y baja miles de e-books Gratis /Página 30
   25   26   27   28   29   30   31   32   33   34   35