Page 75 - 20 LABERINTO DE LA SOLEDAD--OCTAVIO PAZ
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hundirse, como antes ocurrió con griegos y árabes, con aztecas y egipcios, sino el hombre. La
                  antigua pluralidad de culturas, que postulaban diversos y contrarios ideales del hombre y ofrecían
                  diversos y contrarios futuros, ha sido sustituida por la presencia de una sola civilización y un solo
                  futuro. Hasta hace poco, la Historia fue una reflexión sobre las varias y opuestas verdades que cada
                  cultura proponía y una verificación de la radical heterogeneidad de cada sociedad y de cada
                  arquetipo. Ahora la Historia ha recobrado su unidad y vuelve a ser lo que fue en su origen: una me-
                  ditación sobre el hombre. La pluralidad de culturas que el historicismo moderno rescata, se resuelve
                  en una síntesis: la de nuestro momento. Todas las civilizaciones desembocan en la occidental, que
                  ha asimilado o aplastado a sus rivales. Y todas  las particularidades tienen que responder a las
                  preguntas que nos hace la Historia: las mismas para todos. El hombre ha reconquistado su unidad.
                  Las decisiones de los mexicanos afectan ya a todos los hombres y a la inversa. Las diferencias que
                  separan a comunistas de "occidentales" son bastante menos profundas que las que dividían a persas
                  y griegos, a romanos y egipcios, a chinos y europeos. Comunistas y demócratas burgueses esgrimen
                  ideas antagónicas pero que brotan de una fuente común y disputan en un lenguaje universal,
                  comprensible para ambos bandos. La crisis contemporánea no se presenta, según dicen los conser-
                  vadores, como la lucha entre dos culturas diversas, sino como una escisión en el seno de nuestra
                  civilización. Una civilización que ya no tiene rivales y que confunde su futuro con el del mundo. El
                  destino de cada hombre no es ya diverso al del Hombre. Por lo tanto, toda tentativa por resolver
                  nuestros conflictos desde la realidad mexicana deberá poseer validez universal o estará condenada
                  de antemano a la esterilidad.
                     La Revolución mexicana nos hizo salir de nosotros mismos y nos puso frente a la Historia,
                  planteándonos la necesidad de inventar nuestro futuro y nuestras instituciones. La Revolución
                  mexicana ha muerto sin resolver nuestras contradicciones. Después de la segunda Guerra Mundial,
                  nos damos cuenta que esa creación de nosotros mismos que la realidad nos exige no es diversa a la
                  que una realidad semejante reclama a los otros. Vivimos, como el resto del planeta, una coyuntura
                  decisiva y mortal, huérfanos de pasado y con un futuro por inventar. La Historia universal es ya
                  tarea común. Y nuestro laberinto, el de todos los hombres.











































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