Page 169 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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FALSTAFF.- El diablo ha echado ya la garra sobre Bardolfo de una
manera irrevocable; su cara es la cocina privada de Lucifer, en la que
asa sin cesar borrachones. En cuanto al muchacho, si bien tiene un
ángel bueno cerca de él también el demonio le domina.
PRÍNCIPE ENRIQUE.- En cuanto a las mujeres...
FALSTAFF.- Una de ellas está en el infierno hace rato y allí arde, la
pobre alma! En cuanto a la otra, le debo dinero; si por eso debe ser
condenada, lo ignoro.
POSADERA.- No, te lo garantizo.
FALSTAFF.- No, no creo que lo seas. Creo que por ese lado puedes
estar tranquila; pero hay otro motivo grave contra ti y es permitir
comer carne en tu casa, contra lo que manda la ley; por lo que me
parece que vas a aullar.
POSADERA.- Todos los fondistas hacen lo mismo. Que son uno o dos
cuartos de carnero en toda una cuaresma?
PRÍNCIPE ENRIQUE.- Vos, gentil dama...
DOROTEA.- Qué dice Vuestra Gracia?
FALSTAFF.- Su Gracia dice algo contra lo que su carne se rebela.
POSADERA.- Quién golpea tan fuerte la puerta? Ve a ver, Paco.
(Entra Peto)
PRÍNCIPE ENRIQUE.- Peto! Qué hay? Qué noticias?
PETO.- El rey vuestro padre está en Westminster y hay allí veinte
mensajeros llegados del Norte casi exhaustos; al venir aquí, he
encontrado y dejado atrás, una docena de capitanes, sin sombrero,
sudorosos, que golpeaban a las puertas de las tabernas, preguntando a
todo el mundo por Sir John Falstaff.
PRÍNCIPE ENRIQUE- Por el cielo, Poins, que me encuentro culpable
en profanar tan locamente el tiempo precioso, cuando la tormenta del
desorden, como el viento del Sud que negros vapores arrastra,
empieza a caer sobre nuestras cabezas desnudas y desarmadas. Dame
mi espada y mi capa. Buenas noches, Falstaff.
(Salen el Príncipe Enrique, Poins, Peto y Bardolfo)
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