Page 172 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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                   (Entran Warwick y Surrey)
               WARWICK.- Mil días felices a Vuestra Majestad!
               REY ENRIQUE- Cómo? Ya el buen día, milord?
               WARWICK.- Es más de la una de la mañana.
               REY ENRIQUE.- Entonces, felices a vosotros todos, milords. Habéis
               leído las cartas que os he enviado?
               WARWICK.- Sí, mi señor.
               REY ENRIQUE.- Veis pues en qué estado deplorable está el cuerpo de
               nuestro reino y que mal acerbo y peligroso le ataca cerca del corazón.
               WARWICK.- No es aun más que un cuerpo perturbado, que puede
               recuperar su fuerza primitiva con buenas resoluciones y remedios
               ligeros; milord Northumberland se enfriará pronto.
               REY ENRIQUE.- Oh cielos! Si pudiera leerse el libro del destino y
               ver las revoluciones de los tiempos allanar las montañas y el
               continente, cansado de su sólida firmeza, fundirse en el mar! O, en
               otras épocas, la húmeda cintura del Océano ensancharse hasta aislar el
               cuerpo de Neptuno! No poder ver todas las ironías de la suerte y de
               cuantos licores variados la fortuna llena la copa del azar! Si todo esto
               pudiera verse, el joven más feliz, viendo el camino a recorrer, los
               peligros pasados, las angustias venideras, querría cerrar el libro,
               tenderse y morir. No han transcurrido diez años que Ricardo y
               Northumberland, grandes amigos, se regalaban juntos; dos años
               después, estaban en guerra. Solo hace ocho años, ese Percy era el
               hombre más cerca de mi alma; como un hermano me ayudaba en mis
               trabajos, ponía a mis pies su amor y su vida y hasta iba, por mi causa,
               ante los ojos mismos de Ricardo, a arrojarle un cartel. Pero cuál de
               vosotros estaba allí? (A  Warwick)  Vos, primo Nevil, lo recuerdo;
               cuando Ricardo, con los ojos llenos de lágrimas, vilipendiado o
               injuriado por Northumberland, dijo éstas palabras, que el tiempo ha
               hecho proféticas: Northumberland, tú la escala por la que mi primo
               Bolingbroke sube a mi trono  (el cielo sabe que no tenía entonces tal
               intención; pero la necesidad inclinó tanto el Estado, que la grandeza y

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