Page 17 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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es que a veces, muchas veces, su empleo tiene algo de duro, de anti-
literario, de anti-clásico. Traduciendo a Shakespeare bien cerrado,
apretando el texto cuanto se pueda, cuanto la lengua que se emplea lo
permite, la prosa, el estilo, la escritura, como se dice ahora, pierde,
quién lo duda? su armonía, su cadencia convencional. Pero si no se
trata de hacer gustar la prosa del traductor, sino de dar una idea de
Shakespeare lo más exacta posible! No hay puente más elástico que la
perífrasis y abismo por hondo que sea, que esa cábula no salve; hay
traducciones que se parecen aquellos poemas didácticos de Delille, en
los que se emplean catorce o veinte versos en describir un melón, sin
nombrarlo, en vez de decir, lo que es tan cómodo, tan natural y más
estético que lo otro: melón. Luego viene la cuestión del buen gusto.
«Este Shakespeare tiene una cosa! Comete faltas de buen tono, de
civilidad, hasta de decencia, tan enormes, que por respeto mismo es
bueno eliminarlas.» De ahí a castrar el toro Farnesio o el Apolo del
Belvedere o poner calzones de baños a las flamencas de Rubens, no
hay más que un paso. Sí, todos lo sabemos, desde Pope, Jonhson,
Dyce, Steevens, Rowe, etc. hasta Voltaire, hasta Villemain mismo,
que es de ayer y que debía tener el criterio amplificado por el espíritu
moderno, todos han criticado las faltas de gusto de Shakespeare, todos
han señalado sus defectos. Pero, fuera de los inconscientes
demoledores de la primera hora, los mutiladores de las primeras
ediciones acaso hoy, que una concepción más amplia del arte, un
espíritu más levantado predomina, un solo hombre de letras se
atrevería a aconsejar una expurgación de la obra del poeta? Y si el
original queda intacto, porqué destrozarlo en la traducción?
El gusto! Las piezas de teatro, cada veinte años, se divorcian con
el gusto del público. Los dramas de Hugo, hoy, serían realmente
insoportables sin el verso que los sostiene.
Los del viejo Dumas con su prosa de penacho, hacen
simplemente reír en las situaciones más solemnes. Dentro de un
cuarto de siglo, cómo recibirá el público los finos análisis de Dumas,
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