Page 15 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
P. 15

www.elaleph.com
               Enrique IV                             donde los libros son gratis

                   Si, la ingratitud! Me he reconciliado con el viejo doctor Johnson,
               al verle criticar la dura solución de Shakespeare. Hazlitt sigue sus
               huellas. F. V. Hugo, el prolijo comentador, aplaude. «Falstaff primer
               ministro de Enrique V! Apicio, consejero de Marco Aurelio!». No, ni
               ministro, ni consejero, pero si al alcance de la irradiación real. La
               historia se opone! Bah! ya que el poeta da a Hal la fuerza y el valor
               necesarios para derribar a Hotspur, porqué no darle la magnanimidad,
               la energía de conservar a Falstaff a su lado? Una pensión, a él! Para
               que vaya a vegetar en una aldea, plantando coles, extasiándose ante el
               piar de la menuda plebe, solo y triste en medio de las ferias, como el
               viejo Wagner de Goethe? No, por el cielo! Puesto que la grandeza de
               Enrique V, tiene por origen la experiencia de Hal, porqué abandonar
               al maestro?
                   A más, cuando brota en un espíritu humano, bajo una
               iluminación soberbia, una de esas figuras acabadas, cuando se crea un
               tipo inmortal, cuando con él se hace feliz por una hora a la
               humanidad entera, durante infinitas generaciones, una tumba callada,
               un fin obscuro es la ingratitud suprema.
                   Shakespeare escribió Enrique IV en 1597; tres años más tarde
               nació  Hamlet.  Cuando el poeta trae a los labios del príncipe de
               Dinamarca, cuya mano sostiene el cráneo del «poor Yorick» aquellos
               versos impregnados de cariñoso recuerdo, no flotaba tal vez en su
               espíritu la imagen del valiente Jack, «tanto más valiente cuanto que es
               el viejo Jack»?
                   Reposa, reposa en la paz sonora de tu gloria, enorme Sir John;
               sobre tu tumba no arroja su tristeza la sombra del árbol funeral, ni
               corren las brisas dolientes, música eterna de los sepulcros. Debes
               dormir mecido por el rumor vibrante de las expansiones juveniles, en
               el declive de una colina cubierta de viñas trepadoras, en tierra dorada
               por el sol. Hasta ti debe llegar el eco franco de la alegría que
               sembraste y que brota, crece y aumenta a medida que tu nombre
               conquista el mundo habitado. Cerca de ti duerme quizá Sancho; a esta

                                           15
                          Este documento ha sido descargado de
                                  http://www.educ.ar
   10   11   12   13   14   15   16   17   18   19   20