Page 12 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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Dante, los alemanes se encogen de hombros cuando echamos una
mirada irreverente sobre el Fausto, los rusos mismos, que son de ayer,
se guiñan el ojo al vernos entusiastas por Tolstoi y hasta nosotros
necesitamos un esfuerzo para no reírnos en la cara del extranjero al
habla española que opina sobre el Quijote. Es un nuevo dato
concurrente para establecer la envidiable fraternidad humana que
reina sobre nuestro globo; cada campanario, no solo pretende que lo
que nace a su sombra es lo mejor, sino que nadie más que los
autóctonos pueden apreciarlo. El alemán es único para apreciar su
Goethe, como el valenciano irreemplazable para gustar sus melones o
el bordelés para catar sus vinos. Pero sí tengo un paladar y un
entendimiento como ellos! Bueno está que no alcance a darme cuenta
del simbolismo oculto de un libro primitivo de la India, ni pueda
digerir un plato al asa fétida, hecho según la receta romana; pero es
porque vivo en un momento intelectual absolutamente distinto al que
dio vida al budismo y porque mi estómago desde que nací y aun por
atavismo, que lo hay fisiológico también, esta habituado a otro género
de alimentación. Pero, en sus líneas generales, la Inglaterra de
Shakespeare, en su barbarie medieval, con sus horrores, sus traiciones,
sus guerras, su desprecio por la vida y la libertad humanas, no era
acaso idéntica a la Francia, la España y la Italia de entonces? El
estado de espíritu que encarna Fausto no era general a la Europa? Solo
en Alemania hay espíritus que niegan o muchachas que aman, paren y
mueren? Se necesita haber nacido en la Mancha o hablar el español
como Solís para contemplar con orgullo humano el alma de Cervantes
a través de la de su héroe?
«Un rey como Shakespeare necesitaba ese bufón colosal», se ha
dicho. Pero Shakespeare es la humanidad en acción intelectual, el
cincel con que esta traduce sus tipos latentes. Falstaff no es el bufón
de un hombre, aunque este se llame Shakespeare; es mío, es tuyo, nos
pertenece, porque todos hemos contribuido a formarlo con la
explosión constante y secular de nuestros apetitos y deseos, vicios y
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