Page 62 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Ahora a nosotros, señores. Por mi fe, os
               habéis batido bien; tú también, Peto y tú, Bardolfo. También sois unos
               leones, también huíais por instinto y no queríais tocar al príncipe
               legítimo. Pouah!
               BARDOLFO.- A fe mía, corrí cuando vi a los otros correr.
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Dime ahora seriamente, cómo es que está tan
               mellada la espada de Falstaff?
               PETO.- Eh! la melló con su propia daga; dijo que juraría por todo el
               honor que hay en Inglaterra, para haceros creer que el desperfecto
               había ocurrido en la lucha y nos persuadió que hiciéramos lo mismo.
               BARDOLFO.- Y que nos frotáramos las narices con grama ruda para
               hacerlas sangrar; luego salpicar con esa sangre nuestros trajes y jurar
               que era la de los buenos viandantes. Hice lo que hacía siete años no
               me ocurría, me sonrojé al oír esas monstruosas imposturas.
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Bellaco! Hace diez y ocho años que te robaste
               un frasco de Canarias y desde ese día, sorprendido  in fraganti, cubre
               tu cara color de púrpura. Teniendo ese fuego a tu disposición y a más
               la espada, has disparado como un gamo: qué instinto te impelía?
               BARDOLFO.-    Milord,  veis  estos  meteoros?  Apercibís  estas
               erupciones? (Mostrando su nariz roja)
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Las veo.
               BARDOLFO.- Qué pensáis que anuncian?
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Hígado caliente y bolsa fría.
               BARDOLFO.- Bilis, milord, bilis, al que es entendido.
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- No, al que es entendido, eso anuncia cuerda.
                   (Vuelve Falstaff)
               He aquí al enclenque Jack, he aquí al esqueleto. Y bien, dulce criatura
               inflada? Cuánto tiempo hace Jack, que te viste la rodilla?
               FALSTAFF.- Mi rodilla? Cuando tenía tu edad, Hal, tenía el talle más
               delgado que la garra de un águila; habría pasado a través del anillo de
               un regidor. La peste se lleve a las penas y suspiros! Hinchan un
               hombre como una vejiga!... De ahí fuera traigo malas noticias; era sir

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