Page 106 - A orillas del río Piedra me senté y lloré
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vaso, y estoy feliz de haberlo hecho. Mira tu propia lucha interior, y rompe ese
                  vaso.
                         Porque nuestros padres nos enseñaron a tener cuidado con los vasos, y
                  con los cuerpos. Nos enseñaron que las pasiones de la infancia son imposi-
                  bles, que no debemos alejar a hombres del sacerdocio, que las personas no
                  hacen milagros, y que nadie sale de viaje sin saber adónde va.

                         Rompe el vaso, por favor, y libéranos de todos esos conceptos malditos,
                  de esa manía de tener que explicarlo todo y hacer sólo aquello que los demás
                  aprueban.

                         —Rompe ese vaso —pedí una vez más.
                         Él clavó su mirada en la mía. Después, despacio, deslizó la mano de la
                  mesa hasta tocar el vaso. Con un rápido movimiento, lo empujó al suelo.



                         El ruido del vidrio roto llamó la atención de todos. En vez de disfrazar el
                  gesto con alguna petición de disculpas, él me miraba sonriendo, y yo le devol-
                  vía la sonrisa.
                         — No tiene importancia —gritó el chico que atendía las mesas.

                         Pero él no le oyó. Se había levantado, me había cogido por los cabellos
                  y me besaba.




                         Yo también lo cogí por los cabellos, lo abracé con toda mi fuerza, le
                  mordí los labios, sentí que su lengua se movía dentro de mi boca. Era un beso
                  que había esperado mucho, que había nacido junto a los ríos de nuestra infan-
                  cia, cuando todavía no comprendíamos el significado del amor. Un beso que
                  quedó suspendido en el aire cuando crecimos, que viajó por el mundo a través
                  del recuerdo de una medalla, que quedó escondido detrás de pilas de libros de
                  estudios para un empleo público. Un beso que se había perdido tantas veces y
                  que ahora había sido encontrado. En aquel minuto de beso estaban años de
                  búsquedas, de desilusiones, de sueños imposibles.
                         Lo besé con fuerza. Las pocas personas que había en aquel bar debie-
                  ron de mirarnos y pensar que aquello no era más que un beso. No sabían que
                  en ese minuto de beso estaba el resumen de mi vida, de su vida, de la vida de
                  cualquier persona que espera, sueña y busca su camino bajo el sol.

                         En aquel minuto de beso estaban todos los momentos de alegría que
                  habla vivido.
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