Page 102 - A orillas del río Piedra me senté y lloré
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Cuando regresé a Saint-Savin ya casi era de noche. El coche estaba
aparcado delante de la casa donde habíamos alquilado la habitación.
— ¿Dónde estuviste? —preguntó él cuando me vio. —Caminando y re-
zando —respondí.
Él me dio un fuerte abrazo.
— Por momentos tuve miedo de que te hubieses ido. Tú eres la cosa
más preciosa que tengo en esta tierra.
— Tú también —respondí.

