Page 20 - El avaro - Molière - Ciudad Seva
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El avaro - Molière - Ciudad Seva                                       http://www.ciudadseva.com/textos/teatro/moliere/avaro.htm



                  aventura, y me servirá de advertencia para estar más alerta que nunca ante todos sus
                  actos.



                                                      ESCENA IV

                                               FROSINA y HARPAGÓN

                  FROSINA. Señor...

                  HARPAGÓN. Esperad un momento. Volveré para hablaros. (Aparte.) Es conveniente
                  que dé una vueltecita en torno a mi dinero.



                                                       ESCENA V


                                                  FLECHA y FROSINA

                  FLECHA. (Sin ver a Frosina.) ¡Es muy chusca la aventura! Debe de tener en alguna
                  parte un gran almacén de ropas, pues no hemos reconocido nada en el inventario que
                  tenemos.

                  FROSINA. ¡Ah, mi pobre Flecha! ¿A qué se debe este encuentro?

                  FLECHA. ¡Ah, ah! ¿Eres tú, Frosina? ¿Qué vienes a hacer aquí?

                  FROSINA. Lo que hago en todas partes: entremeterme en asuntos, hacerme servicial a la
                  gente y sacar el mejor provecho que me es posible de las pequeñas aptitudes que pueda
                  yo poseer. Ya sabes que en este mundo hay que vivir con habilidad, y que a las personas
                  como yo el Cielo no nos ha dado más renta que la intriga y el ingenio.

                  FLECHA. ¿Tienes algún negocio con el amo de la casa?

                  FROSINA. Sí. Intervengo por él en cierto negocio, del que espero lograr una
                  recompensa.

                  FLECHA. ¿A él? ¡Ah! A fe mía, bien lista serás si le sacas algo; y te advierto que el
                  dinero, aquí dentro, es carísimo.

                  FROSINA. Hay ciertos servicios que se pagan maravillosamente.

                  FLECHA. Soy criado suyo, y no conoces todavía al señor Harpagón. El señor Harpagón
                  es, de todos los humanos, el menos humano; de todos los mortales el más duro y el más
                  avaro. No hay servicio que incite su gratitud hasta hacerle abrir la mano. Alabanzas,
                  aprecio, benevolencia de palabra y amistad, todo lo que queráis; mas dinero, en absoluto.
                  No hay nada más seco y más árido que su buena acogida y sus arrumacos, y dar es una
                  palabra por la que siente tal aversión, que no dice nunca: os doy, sino os presto los
                  buenos días.

                  FROSINA. ¡Dios mío! Conozco el arte de sonsacar dinero a los hombres; poseo el
                  secreto de lograr su cariño, cosquillear sus corazones y encontrar los puntos por donde
                  son vulnerables.

                  FLECHA. ¡Bagatelas en este vaso! Te desafío a que enternezcas, por el lado del dinero,
                  al hombre de que se trata. Es un ser inflexible en eso; de una dureza que desespera a todo





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