Page 53 - El avaro - Molière - Ciudad Seva
P. 53

El avaro - Molière - Ciudad Seva                                       http://www.ciudadseva.com/textos/teatro/moliere/avaro.htm





                  HARPAGÓN. ¡Ah, señor Anselmo! Soy el más desventurado de los hombres, ¡y he
                  aquí un trastorno y un desorden grande para el contrato que venía a formalizar! Me
                  asesinan en mi fortuna y en mi honor, y aquí tenéis un traidor, un malvado, que,
                  violando los sagrados derechos, se ha introducido en mi casa bajo el título de criado
                  para robarme mi dinero y seducir a mi hija.

                  VALERIO. ¡Quién piensa en vuestro dinero, con el que me estáis haciendo un
                  embrollo!

                  HARPAGÓN. Sí; se han dado uno a otro promesa de casamiento. Esta afrenta os
                  concierne, señor Anselmo, y sois vos quien debéis alzaros contra él y utilizar todas las
                  persecuciones de la Justicia para vengaros de su insolencia.

                  ANSELMO. No es mi deseo hacer que se case conmigo a la fuerza. No solicitar nada de
                  un corazón que se ha entregado ya; mas, en cuanto a vuestros intereses, estoy dispuesto
                  a defenderlos como si fueran míos.

                  HARPAGÓN. Aquí tenéis al señor, que es un honrado comisario y que no olvidará
                  nada, según me ha dicho, en las funciones de su cargo. (Al Comisario, señalando a
                  Valerio.) Encartadle como es debido, señor, y haced que los hechos tengan la mayor
                  criminalidad.

                  VALERIO. No veo qué crimen pueden imputarme por la pasión que siento hacia
                  vuestra hija, ni tampoco comprendo a qué suplicio creéis que puedo ser condenado por
                  nuestro compromiso cuando se sepa quién soy...

                  HARPAGÓN. Me río de todos vuestros cuentos, y el mundo está hoy lleno de estos
                  ladrones de nobleza, de estos impostores que sacan provecho de su oscuridad y se
                  revisten insolentemente con el primer nombre ilustre que se les ocurre adoptar.

                  VALERIO. Sabed que poseo un corazón demasiado digno para adornarme con algo que
                  no sea mío, y que todo Nápoles puede dar fe de mi alcurnia.

                  ANSELMO. ¡Poco a poco! Tened cuidado con lo que vais a decir. Arriesgáis aquí más
                  de lo que pensáis, y estáis hablando delante de un hombre que conoce a todo Nápoles, y
                  a quien le será fácil discernir con claridad en la historia que contáis.

                  VALERIO. (Cubriéndose altivamente.) Soy hombre que no tiene nada que temer, y si
                  conocéis a Nápoles, sabréis quién era don Tomás de Alburci.

                  ANSELMO. Sin duda que lo sé, y pocas personas le han conocido mejor que yo.

                  HARPAGÓN. Me tienen sin cuidado don Tomás o don Martín. (Harpagón ve que están
                  encendidas dos velas y apaga una.)

                  ANSELMO. Por favor, dejadle hablar; veremos lo que quiere decir.


                  VALERIO. Quiero decir que él fue quien me dio la vida.

                  ANSELMO. ¡Él!

                  VALERIO. Sí.

                  ANSELMO. Vamos, bromeáis. Buscad otro cuento que pueda resultaros mejor y no





 53 de 57                                                                                                 20/04/2006 15:43
   48   49   50   51   52   53   54   55   56   57