Page 51 - El avaro - Molière - Ciudad Seva
P. 51

El avaro - Molière - Ciudad Seva                                       http://www.ciudadseva.com/textos/teatro/moliere/avaro.htm




                  complicada en este crimen. Mas quiero recuperar mi fortuna y que me confieses adónde
                  la has llevado.

                  VALERIO. ¿Yo? No la he llevado a ningún sitio; sigue en vuestra casa.

                  HARPAGÓN. (Aparte.) ¡Oh, mi querida arquilla! (Alto.) ¿No ha salido de mi casa?

                  VALERIO. No, señor.


                  HARPAGÓN. ¡Eh! Dime entonces: ¿no la has tocado?

                  VALERIO. ¡Tocarla yo! ¡Ah!, la ofendéis, e igualmente a mí. Y la pasión que por ella
                  siento es muy pura y muy respetuosa.

                  HARPAGÓN. (Aparte.) ¡Que siente pasión por mi arquilla!

                  VALERIO. Preferiría morir antes que dedicarle un pensamiento ofensivo: es ella
                  demasiado digna y no menos honesta para eso.

                  HARPAGÓN. (Aparte.) ¡Que mi arquilla es demasiado honesta!


                  VALERIO. Todos mis deseos se han reducido a gozar de su contemplación, y nada que
                  sea criminal ha profanado la pasión que sus bellos ojos me han inspirado.


                  HARPAGÓN. ¡Los bellos ojos de mi arquilla! Habla de ella como un enamorado de su
                  amada.


                  VALERIO. Doña Claudia, señor, sabe la verdad de esta aventura, y ella puede
                  atestiguar...

                  HARPAGÓN. ¡Cómo! ¿Mi sirvienta es cómplice del negocio?

                  VALERIO. Sí, señor; ha sido testigo de nuestro compromiso, y sólo después de conocer
                  la honestidad de mi pasión me ha ayudado a convencer a vuestra hija de que me
                  entregase su palabra y de que aceptara la mía.

                  HARPAGÓN. (Aparte.) ¡Eh! ¿Es que el miedo a la Justicia le hace desvariar? (A
                  Valerio.) ¿Por qué mezclar a mi hija en esto?

                  VALERIO. Digo, señor, que me ha costado grandísimo trabajo hacer que consintiera su
                  pudor en lo que mi amor deseaba.

                  HARPAGÓN. El pudor, ¿de quién?

                  VALERIO. De vuestra hija, y tan sólo desde ayer ha querido dedicarse a que
                  firmásemos una promesa de casamiento.

                  HARPAGÓN. ¿Mi hija te ha firmado una promesa de casamiento?


                  VALERIO. Sí, señor, y yo, por mi parte, le he firmado otra.

                  HARPAGÓN. ¡Oh, cielos, otra gran desdicha!

                  MAESE SANTIAGO. (Al Comisario.) Escribid, señor, escribid.







 51 de 57                                                                                                 20/04/2006 15:43
   46   47   48   49   50   51   52   53   54   55   56