Page 17 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
P. 17
(Trompetería. Salen.)
Escena II
Venecia. -Una calle.
Entra LAUNCELOT GOBBO.
LAUNCELOT.- Ciertamente la conciencia me hará abandonar la casa de
ese judío, mi amo. El demonio me toca el codo y me tienta
diciéndome: «¡Gobbo, Launcelot Gobbo, buen Launcelot!», o «¡Buen
Gobbo», o «Buen Launcelot Gobbo, servíos de vuestras piernas, dejad
el campo, poneos en franquicia!» Mi conciencia me dice: «No, ten
cuidado, honrado Launcelot; ten cuidado, honrado Gobbo», o, como he
dicho anteriormente, «honrado Launcelot Gobbo; no te escapes,
desprecia la idea de poner pies en polvorosa». Pero el intrépido
demonio me ordena liar el petate: «¡Vía!»5, dice el demonio.
«¡Largo!», dice el demonio. «En nombre del cielo, toma una
resolución enérgica y parte», dice el demonio. A su vez, mi
conciencia, colgándose del cuello de mi corazón, me dice estas
prudentísimas palabras: «Mi honesto amigo Launcelot, tú, que eres el
hijo de un hombre honrado...» -valdría mejor decir el hijo de una
mujer honrada, porque, para decir verdad, mi padre tuvo cierto
resabio, cierta inclinación, cierto gusto especial-; mi conciencia
me dicta, pues: «¡Launcelot, no te muevas!» «¡Muévete!», dice el
demonio. «¡No te muevas!», dice mi conciencia. «Conciencia, le digo,
no me aconsejas mal; demonio, le contesto, me aconsejas bien.» Si me
dejo gobernar por mi conciencia, me quedaré con el judío, mi amo,
que es una especie de diablo; si me escapo de la casa del judío,
tomaré por amo al demonio, quien, salvando vuestros respetos, es
Satanás mismo. Ciertamente el judío es una encarnación del propio
diablo; y, en conciencia, mi conciencia es una especie de conciencia
sin piedad, por aconsejarme que me quede con el judío. Es el demonio
quien me da el consejo más amistoso; me escaparé, demonio; mis
piernas están a tus órdenes; me escaparé.
(Entra el viejo GOBBO con un cesto.)
GOBBO.- Mi joven señor, os lo suplico, ¿cuál es el camino de la
casa del señor judío?

