Page 20 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
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LAUNCELOT.- Para ser breve, la verdad verdadera es que el judío,
habiéndome maltratado, me fuerza como mi padre, que es un viejo, os
«fructificará»...
GOBBO.- Tengo aquí un plato de pichones que quisiera ofrecer a
vuestra señoría, y mi demanda es...
LAUNCELOT.- Para abreviar: la demanda es «ajena»9 a mí, como
vuestra señoría lo sabrá por este anciano, y, aunque anciano, como
yo le digo, sin embargo, es un pobre hombre y mi padre...
BASSANIO.- Que hable uno solo por ambos. ¿Qué queréis?
LAUNCELOT.- Serviros, señor.
GOBBO.- Ahí está la verdadera clave del asunto, señor.
BASSANIO.- Te conozco perfectamente; tu petición está concedida.
Shylock, tu amo, me ha hablado hoy y me ha propuesto hacerte
progresar, si progreso supone abandonar el servicio de un rico judío
para convertirse en sirviente de un tan pobre caballero.
LAUNCELOT.- El viejo proverbio se reparte muy bien entre mi amo
Shylock y vos, señor; vos tenéis la gracia de Dios, y él la
opulencia.
BASSANIO.- Has dicho bien. Ve con tu hijo, padre; despídete de tu
antiguo amo e inquiere las señas de mi casa. (A sus criados.) Que
se le dé una librea más bella que la de sus camaradas; cuidad que se
cumpla así.
LAUNCELOT.- Marchemos, padre. No sé solicitar una colocación, no;
jamás hallo lengua fácil en la cabeza. (Mirándose la mano.) Bien;
si hay un hombre en Italia que para prestar juramento pueda mostrar
una más bella palma en que apoyar un libro, tendré toda clase de
dichas. Ved, he aquí solamente esta línea de vida. Aquí hay una
provisioncita de mujeres. ¡Ay! Quince mujeres, pero ¡eso no es nada!
Once viudas y nueve doncellas constituyen una parte modesta para un
hombre. Y luego escapar por tres veces a la sumersión y estar en
trance de perder mi vida al borde de un lecho de pluma. ¡He aquí un
buen número de pequeños riesgos! Pues bien; si la fortuna es mujer,
forzoso es convenir que se muestra buena chica en este horóscopo.
Padre, marchemos; voy a despedirme del judío en un abrir y cerrar de
ojos.
(Salen LAUNCELOT y el viejo GOBBO.)
BASSANIO.- Te lo ruego, mi buen Leonardo, piensa en esto: una vez
compradas y debidamente distribuidas todas esas cosas, vuelve a toda
prisa, pues doy esta noche una fiesta a mis mejores amigos. Anda,
apresúrate.
LEONARDO.- Voy a ponerme a ello con todo mi ardor.
(Entra GRACIANO.)
GRACIANO.- ¿Dónde está vuestro amo?
LEONARDO.- Allá, señor, se pasea. (Sale.)

