Page 18 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
P. 18

LAUNCELOT    (Aparte.)  ¡Oh, cielos! Es el verdadero autor de mis
                             días, que, estando más que medio ciego, tres cuartos ciego, no me
                             conoce. Voy a hacer un experimento con él.
                             GOBBO.-  Mi joven señor, os lo suplico: ¿cuál es el camino para ir a
                             la casa del señor judío?
                             LAUNCELOT.-  Torced a vuestra mano derecha en la primera esquina;
                             pero en la última esquina de todas tomad a la izquierda, y en
                             seguida en la primera esquina no torzáis, ¡pardiez!, ni a la derecha
                             ni a la izquierda, sino descended indirectamente hacia la casa del
                             judío.
                             GOBBO.-  ¡Por los santos de Dios! He ahí un camino que será fácil
                             encontrar. ¿Podéis decirme si un cierto Launcelot, que vive con él,
                             vive o no con él?
                             LAUNCELOT.-  ¿Habláis del joven maese Launcelot?  (Aparte.)  Ponedme
                             atención ahora; voy a hacer correr las lágrimas6.  (A GOBBO.)
                             ¿Habláis del joven maese Launcelot?
                             GOBBO.-  No es maese, señor, sino el hijo de un pobre hombre; su
                             padre, aunque sea yo quien lo diga, es un hombre honrado,
                             extremadamente pobre, y, a Dios gracias, en buena disposición de
                             vivir.
                             LAUNCELOT.-  Bien; sea su padre lo que quiera, hablamos del joven
                             maese Launcelot.
                             GOBBO.-  Launcelot a secas, señor, para servir a vuestra señoría.
                             LAUNCELOT.-  Pero os lo ruego, ergo anciano, ergo, os lo suplico:
                             ¿es del joven maese Launcelot de quien habláis?
                             GOBBO.-  De Launcelot, si place a vuestro honor.
                             LAUNCELOT.-  Ergo, de maese Launcelot. No habléis de maese
                             Launcelot, padre, pues el joven caballero, según los hados y los
                             destinos y otras maneras raras de hablar, como las Tres Hermanas, y
                             parecidas divisiones de la erudición, ha fallecido, o, como diríamos
                             en términos más corrientes, ha ido al cielo.
                             GOBBO.-  ¡Pardiez! ¡No lo permita Dios! El muchacho era el báculo de
                             mi vejez, mi verdadero sostén.
                             LAUNCELOT.-   (Aparte.)  ¿Me parezco a un garrote, a una viga, a un
                             bastón o a un poste?  (A GOBBO.)  ¿Me reconocéis, padre?
                             GOBBO.-  ¡Ay! No, no os conozco, joven caballero; pero decidme, por
                             favor, si mi muchacho (Dios dé reposo a su alma) está muerto o vivo.
                             LAUNCELOT.-  ¿Me reconocéis, padre?
                             GOBBO.-  ¡Ay! Señor, estoy casi ciego, no os reconozco.
                             LAUNCELOT.-  En verdad, aunque tuvierais vuestros ojos, podríais muy
                             bien no reconocerme: es un padre avisado el que conoce su propio
                             hijo. Vamos, viejo, voy a daros noticias de vuestro hijo.  (Se
                             arrodilla.)  Dadme vuestra bendición; la verdad sale siempre a luz;
                             un crimen no puede estar oculto largo tiempo, pero sí un hijo para
                             su padre; sin embargo, al final la verdad acaba siempre por
                             descubrirse.
                             GOBBO.-  Os lo ruego, señor, levantaos; estoy seguro que no sois
                             Launcelot, mi hijo.
                             LAUNCELOT.-  Os lo suplico: no digamos más tonterías sobre este
                             asunto, sino dadme vuestra bendición; soy Launcelot, el que era
   13   14   15   16   17   18   19   20   21   22   23