Page 119 - Los Humanoides - Jack Willianson
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El piso se sacudió con fuerza y el astrónomo
comprendió que otra parte de las paredes debía de
haberse derrumbado. Pero el cielorraso seguía intacto;
ningún indicio había de que los humanoides hubieran
descubierto el escondite secreto.
Con mano temblorosa oprimió el botón del
ascensor, pero nada ocurrió. Desesperado, Claypool
trató de encender la luz sin resultado: aquello era
incomprensible, pues el laboratorio secreto tenía sus
propios generadores eléctricos que los robots no
podían haber desconectado simplemente porque
desconocían su existencia.
Cayendo de rodillas alzó la alfombra que cubría la
puerta trampa que se abría sobre la escalera de
emergencia.
Un vaho mohoso y desagradable surgió del oscuro
pozo; el edificio volvió a estremecerse, y Claypool se
dejó deslizar sobre los peldaños metálicos, guiándose
por el recuerdo, hasta llegar al tenebroso laboratorio
secreto.
Sus manos buscaron una llave de la luz interior,
pero las lámparas siguieron apagadas. El terror hizo
que el astrónomo siguiera adelante. Había trabajado
años en aquel sitio y lo conocía perfectamente bien. La
oscuridad era absoluta, pero le costó poco ubicarse.
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