Page 114 - Los Humanoides - Jack Willianson
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Tomando a la niña de la mano, echó a correr a través
del amplio recinto.
Pronto estuvieron en el jardín exterior, sembrado
de plantas y flores de otros planetas, que los humanoides
arreglaran para mejorar la estética de la villa. Claypool
sintió que Aurora, tras él, se estremecía. El astrónomo
estornudó.
—No me gustan esas flores —murmuró la niña—,
¿Por qué cree que los muñecos las plantaron?
Sintiendo que le faltaba el aliento, Claypool no
contestó; el perfume extraterreno de aquellos capullos
monstruosos le recordaba vagamente el aroma
predilecto de Ruth. Nuevamente se estremeció. Los
seres humanos, cuando recibían euforidina dejaban de
ser normales para convertirse en remedos de criaturas.
Frente a ellos apareció el edificio donde estaba el
laboratorio secreto, junto al borde de la nueva
excavación, frente a la monstruosa máquina que
devoraba el subsuelo de roca para convertir la colina
en un nuevo jardín exótico. Por un milagro de
equilibrio aún no se había derrumbado.
Claypool volvió a estornudar mientras corrían,
limpiándose los ojos con la manga de su amplia bata
azul. El escenario estaba extrañamente desierto, y el
astrónomo pensó que todos los muñecos mecánicos
debían de haberse ocultado de la niña.
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