Page 451 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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rifle entre las rodillas como el báculo de un
acólito. Y eso es lo que era: estaba centrado en
su misión, consagrado ya a su nueva vida. Si
lográbamos alcanzarla. El pañuelo flotaba en la
señal de milla indicando apenas la brisa de una
tranquila mañana de verano. Viré a la izquierda y
aterricé y frené para detenerme justo delante de
donde estaba sentado.
Se subió y se sentó detrás de su hija. El arca
de Noé, dijo mirando a los corderos. Y nada más.
Cima cerró la puerta, la bloqueó y despegamos
en dirección oeste hacia Grand Junction.
Pasaba algo raro. No diría que algo malo
porque las señales no eran evidentes. La primera
llamada la hice a quince kilómetros al este.
Habíamos superado los últimos despeñaderos de
Grand Mesa, ese gran altiplano con pinta de
haber sido una península en una costa de aguas
someras infestadas de plesiosauros. Un
afloramiento rocoso de cien kilómetros de
longitud que se perfilaba contra el cielo. Lo
recorrían franjas purpúreas de acantilados y lo
coronaban bosques de álamos. En verano, los
helechos llegaban hasta la cintura y se sucedían
los lagos oscuros y las represas de castores.
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