Page 76 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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entrase en la habitación y empezase a ordenar las ropas:

               lencería elástica para los ejercicios de la mañana, un traje

               de negocios, sombrero, guantes y velo para más tarde.




                  Hackworth cogió una túnica de seda del armario y se

              la puso sobre los hombros. Uniendo la cinta alrededor de


              la cintura, las frías borlas chocando en la oscuridad con

              sus dedos, miró por la puerta al armario de Gwendolyn


              y al otro lado a su tocador. Bajo la ventana, al final de la

              habitación estaba el pupitre que ella usaba para su corres‐

              pondencia  social,  en  realidad  una  mesa  con  la  parte


              superior de genuino mármol, cubierta con papeles, de ella

              y  de  otros,  apenas  identificables  en  la  distancia  como


              tarjetas de visita, notas e invitaciones de varias personas

              que esperaban un filtrado. La mayor parte del suelo del

              tocador  estaba  cubierto  por  una  alfombra  gastada,  en


              algunos  sitios  hasta  tal  punto  que  se  veía  la  matriz

              subyacente de yute, pero tejida a mano y decorada por

              genuinos esclavos chinos durante la dinastía Mao. Su


              única  función  real  era  proteger  el  suelo  del  equipo  de

              ejercicio de Gwendolyn, que brillaba pese a la poca luz

              que atravesaba las nubes de Shanghai: una unidad de


              ejercicios  fabricada  en  el  taller  de  Beaux‐Arts,  una

              máquina  de  remo  decorada  inteligentemente  con


              serpientes de mar que se retorcían y pesadas nereidas, un

              juego  de  pesos  apoyados  sobre  cuatro  cariátides  de


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