Page 77 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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buenas formas; nada de fornidos griegos sino mujeres
modernas, una por cada grupo racial importante, con
los tríceps, glúteos‐, músculos dorsal, sartorios y rectos
anteriores resaltados. Ciertamente arquitectura clásica.
Se suponía que las cariátides debían de ser modelos; a
pesar de sutiles diferencias raciales, cada cuerpo encajaba
en el ideal del momento: cinturas de veintidós centí‐
metros, no más de un 17 % de grasa corporal. Ese tipo
de cuerpo no podía falsificarse con ropa interior, a pesar
de lo que decían los anuncios de la revistas femeninas; los
ajustados corpiños de la moda actual y las telas modernas
más delgadas que una pompa de jabón hacían que todo
fuese evidente. La mayoría de las mujeres que no tenían
una fuerza de voluntad sobrehumana no podía pasar sin
una criada que las ayudase a soportar dos o tres
vigorosos entrenamientos al día. Por tanto, después de
destetar a Fiona y cuando se acercaba el momento en que
Gwen tendría que dejar las prendas premamá, habían
contratado a Tiffany Sue; otro de esos gastos
relacionados con los hijos que Hackworth no había
imaginado hasta que las facturas habían empezado a
llegar. Gwen le acusaba, medio en broma, de tener sólo
ojos para Tiffany Sue. La acusación era casi una
formalidad estándar en los matrimonios modernos, ya
que las asistentas de las damas solían ser jóvenes, bonitas
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