Page 79 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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a la combustión interna arrancaban sus vehículos a
motor, cuanto más ruidosos mejor. Los viajeros se ali‐
neaban en las estaciones del subterráneo, esperando
cruzar la Alta‐vía hacia el Gran Shanghai, que parecía
sólo un frente tormentoso de contaminación manchado
de neón y carbón que ocupaba todo el horizonte.
Al vecindario se le llamaba en tono burlón Ruidoso.
Pero a Hackworth no le molestaba realmente el ruido.
Hubiese sido un signo de mejor linaje, o más altas
pretensiones, ser demasiado sensible a él, quejarse todo
el rato y desear una casa o una pequeña finca tierra
adentro.
Finalmente las campanas de San Marcos marcaron
las seis. La señora Hull entró en la cocina con la
primera campanada y expresó su vergüenza ante el
hecho de que Hackworth la hubiese ganado en la cocina
y su sorpresa al ver cómo la había ensuciado. El
compilador de materia en la esquina de la cocina se
activó automáticamente y comenzó a generar un
pedimóvil para que Hackworth fuese a trabajar.
Antes de la última campanada, podía oírse ya el
sonido rítmico de la gran bomba de vacío. Los ingenieros
de la Utilidad de Vacío Real estaban ya ocupados
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