Page 182 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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Miró su reloj y vio que eran las siete y diez. Todavía fal‐


          taban  veinte  minutos  para  la  primera  llamada  del  desa‐


          yuno, pero había una mesa y sillas en la cocina donde, des‐


          pués de las siete, los madrugadores podían tomar café an‐



          tes del desayuno corriente.


            Entró por la puerta trasera y miró a su alrededor. El coci‐


          nero parecía muy ocupado en los fogones; un asistente pre‐


          paraba una bandeja para uno de los enfermos recluidos.


          Las dos auxiliares de clínica, que también servían de cama‐


          reras en el turno de la mañana, no estaban allí; probable‐


          mente estaban preparando las mesas en el comedor.


            Dos pacientes tomaban café en la mesa de la cocina; se


          trataba de dos mujeres de mediana edad, una en albornoz



          y la otra en bata.


            Todo parecía pacífico y tranquilo, sin señales de excita‐


          ción. Él no podría ver a los marcianos, si es que había al‐


          guno por allí, pero podría darse cuenta, por las reacciones


          de los demás, de si éstos los veían. Tendría que estar atento


          a cualquier prueba indirecta.


            Se sirvió una taza de café, la llevó a la mesa y se sentó en



          una silla cercana.


            –Buenos días, señora Murcheson –dijo a una de las dos


          mujeres, a la que conocía; Margie se la había presentado el


          día anterior.


            –Buenos días, señor Deveraux –contestó la mujer–. ¿Y su


          esposa? ¿Aún duerme?


            –Sí. Me levanté temprano para dar un paseo. Hermosa


          mañana.




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