Page 222 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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Bebió otro trago, dejó el vaso y empezó a pasear por la
habitación «ya no hay marcianos –pensó–. Nunca los hubo;
existieron, como todo lo demás, sólo mientras yo los man‐
tenía en mi imaginación. Y ahora ya no creo en ellos. Por lo
tanto...»
Quizás aquello había surtido efecto. Se acercó a la radio y
la puso, esperando para que las lámparas se calentasen. Es‐
cuchó varias noticias desalentadoras, comprendiendo que,
si había logrado el éxito, pasarían algunos minutos, antes
de que alguien se diese cuenta de que habían desparecido,
ya que los marcianos no estaban continuamente presentes
en todas partes. Hasta que el locutor dijo: «En este instante,
aquí, en el estudio, un marciano está intentando...»
Luke apagó la radio y maldijo en voz baja. Bebió otro
trago y caminó un poco más. Se sentó, terminó lo que que‐
daba en el vaso y se preparó otro.
De repente tuvo una idea. Quizá podría vencer aquella
barrera psíquica dando un rodeo en vez de intentar un ata‐
que frontal. La barrera debía de existir porque, aunque sa‐
bía que estaba en lo cierto, le faltaba la suficiente fe en sí
mismo. Quizá debería imaginar alguna otra cosa, algo
completamente distinto, y cuando su imaginación lo con‐
virtiera en realidad, ni siquiera su maldito subconsciente
podría negar el hecho, y en aquel momento de suprema
evidencia... Valía la pena intentarlo. No podía perder nada.
Pero imaginaría algo que realmente deseara. ¿Y qué es lo
que deseaba con más anhelo –aparte de librarse de los mar‐
cianos– en aquel instante? A Margie, desde luego.
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