Page 218 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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–Cuando sol toca hechizo –dijo solemne, aunque un poco
ronco–, gnajamkata marcha a casa.
El borde superior del sol apareció por encima del hori‐
zonte; sus primeros rayos iluminaron la copa del árbol del
que colgaba el hechizo y empezaron a descender.
Dentro de muy pocos minutos, los rayos del sol tocarían
el hechizo.
Por pura coincidencia, o por cualquier otra razón, era el
mismo instante en el que un hombre llamado Hiram Ober‐
dorffer, de Chicago, Illionis, Estados Unidos, se hallaba
sentado bebiendo cerveza y esperando que su supervibra‐
dor subatómico antiextraterrestre subiera de potencial.
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Aproximadamente tres cuartos de hora antes de aquel
instante, a las 9,15, hora del Pacífico, en una cabaña en el
desierto, cerca de Indio, California, Luke Deveraux se pre‐
paraba su tercer vaso de la noche.
Había pasado catorce días de desesperación en la cabaña.
Era la quinceava noche desde que se escapó, si es que uno
puede llamar huida a su sencilla marcha del sanatorio.
La primera noche también había sido mortificante, aun‐
que por una razón distinta. Su coche, el viejo Mercury que
compró por cien dólares, se estropeó en Riverside, a medio
camino entre Long Beach e Indio. Hizo que lo remolcaran
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