Page 55 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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–Bagatelas. Con todo lo que tienes aquí, no podrías ven‐
cer ni a una tribu de esquimales, si los esquimales supieran
vahr. Y nosotros podemos enseñarles, sólo para ver qué
pasa.
–¿Qué diablos es vahr? –rugió el general.
–Nada que te importe, Mack.
El marciano se volvió hacia otro de los marcianos que es‐
taban en el despacho; en total eran cuatro en aquel mo‐
mento.
–Eh –dijo–, vamos a kwimmar para echar una mirada a
ver que tienen los rusos. Así podremos comparar notas con
ellos.
Él y el otro marciano desaparecieron del despacho.
–Escucha esto –dijo al otro uno de los dos marcianos res‐
tantes–. Una verdadera juerga.
Y empezó a leer en voz alta un documento supersecreto
guardado en la caja de caudales que había en un rincón. El
otro marciano se echó a reír con desdén. El general también
se echó a reír pero no con desdén. Siguió riendo hasta que
se lo llevaron de allí enfundado en una camisa de fuerza.
El Pentágono era un manicomio, al igual que el Kremlin,
aunque ninguno de los dos edificios recibió más que una
parte proporcional de los marcianos, tanto en el momento
de su llegada como en cualquier otro momento.
Los marcianos eran tan imparciales como ubicuos. Nin‐
gún lugar les interesaba más que otro, ya se tratase de la
Casa Blanca o de la caseta del perro.
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