Page 51 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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–¡Maldición! Y no tengo teléfono porque esa avara com‐


            pañía no quiere tender la línea tan lejos de... En fin olvidé‐


            moslo.


               –Si estás preocupado de verdad, George –dijo Walt–, po‐



            demos ir a la ciudad en un momento. Tú y yo solos, y de‐


            jamos a los otros que sigan jugando, o podemos ir los seis


            y  volver  en  menos  de  una  hora.  No  perderemos  mucho


            tiempo, y podemos quedarnos hasta más tarde para recu‐


            perarlo.


               –A menos que encontremos un cargamento de marcianos


            por el camino –dijo Gerry Dix.


               –Tonterías –terció Wainright–. George, lo que pasa es que


            tu radio ya estaba a punto de estropearse; de lo contrario,



            ahora funcionaría.


               –Yo opino igual –dijo Dix–. ¡Qué demonios!, si hay mar‐


            cianos por los alrededores, que vengan aquí si es que quie‐


            ren vernos. Ésta es nuestra noche de póquer, señores. Va‐


            mos a jugar.


               George Séller suspiró.


               –De acuerdo –dijo.



               Volvió a sentarse a la mesa y recogió sus cartas, mirándo‐


            las para recordar el juego que tenía. Ah, sí, sietes y treses.


            Y le tocaba pedir.


               –¿Cartas?  –preguntó  Trimble,  cogiendo  la  baraja  de


            nuevo.


               –Una para mí –dijo George, descartándose.


               Pero Trimble nunca llegó a darle la carta.


               De repente, Walt Grainger exclamó con voz aterrorizada:




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