Page 50 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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cosa que se les tire, pasa a través de ellos, y ellos tampoco
pueden tocarnos por la misma razón. De manera que no...
Continuó durante un largo rato. Los seis hombres presta‐
ban atención. Finalmente, Gerry Dix dijo:
–¿Qué diablos te pasa, George? ¿Vas a interrumpir el
juego para escuchar un programa de ciencia ficción?
George contestó:
–¿Crees que se trata de eso? Yo he sintonizado «La hora
de las estrellas», un programa musical.
–Es verdad –dijo Walt Grainger–. Hace un momento to‐
caban un vals de Strauss. Creo que era Los bosques de
Viena.
–Prueba en otra emisora, George –sugirió Trimble.
En aquel instante, antes de que George pudiera alcanzar
el dial, la radio enmudeció de repente.
–¡Maldición! –tronó George, manipulando todos los bo‐
tones–. Debe de haberse fundido una lámpara. Ni siquiera
se oye un zumbido.
Wainright dijo:
–Quizá lo hicieron los marcianos. Volvamos a la partida,
George antes de que se enfríen mis cartas. Están lo bastante
calentitas para ganar esta mano.
George vaciló y luego miró hacia Walt Grainger. Los
cinco hombres habían venido de Laguna en el coche e
Grainger.
–Walt –dijo George–, ¿tienes radio en el coche?
–No.
George exclamó:
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