Page 122 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
P. 122

actuaba de forma brutal, despiadada de ser necesario.

            Si  había  peligro,  no  dudaba  en  echar  a  los  perros  a

            quien le acompañara con tal de escapar indemne. Todo


            el mundo lo sabía, pues nunca lo ocultaba. Disponía de

            cierta  honestidad,  y  nunca  pretendía  ser  alguien  de

            fiar.


                —Lemuel,  pequeño  demonio  de  la  ciencia,  estoy

            desarrollando  una  pequeña  investigación,  y  necesito


            conseguir  algunos  especímenes.  Hablo  de  cualquier

            cosa  que  vuele.  Ahí  es  donde  entras  tú.  Mira,  un

            hombre en mi posición no puede andar vagando por


            Nueva Crobuzon en busca de... bichos. Un hombre en

            mi posición tiene que ser capaz de pasar la voz y ver


            cómo los monstruitos alados llegan a su regazo.

                —Pues pon un anuncio en un periódico, tío. ¿Para

            qué me quieres a mí?


                —Porque hablo de muchos, de muchos, y no quiero

            saber de dónde vienen. Y hablo de variedad. Quiero

            disponer  de  tantos  monstruitos  alados  como  sea


            posible, y no es fácil conseguir a alguno de ellos. Por

            ejemplo: si quisiera obtener, digamos, un aspis, podría

            pagar bien al capitán de un barco por un espécimen


            sarnoso  y  moribundo...  o  podría  pagarte  a  ti  para

            arreglar que uno de tus honorables socios liberara a un


            pobre y pequeño aspis de alguna jaula dorada en Gidd

            Este o en el Anillo. ¿Capiche?




                                                           122
   117   118   119   120   121   122   123   124   125   126   127