Page 160 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Del otro lado de la ciudad, de las tenebrosas
callejuelas de Ecomir y de las chabolas de Malado, de
la celosía de canales anegados por el polvo, del
Meandro de la Niebla y de las desvaídas fincas de
Barracan, de las torres de la Cuña del Alquitrán y del
hostil bosque de hormigón de la Perrera, llegaba una
noticia apenas susurrada. «Alguien paga por cosas
voladoras».
Como un dios, Lemuel insuflaba vida en el mensaje,
haciéndolo volar. Los delincuentes de baja estofa lo
oían de los camellos; los comerciantes se lo contaban a
caballeros decadentes; los doctores de dudoso historial
recibían la noticia de sus matones ocasionales.
La petición de Isaac barría todos los suburbios y
nidos, y viajaba por la arquitectura alternativa
defecada en los sumideros humanos.
Allá donde las casas putrefactas pendían precarias
sobre los patios, las pasarelas de madera parecían
parirse solas, uniendo, conectando las viviendas con
las calles y callejones, donde bestias de carga exhaustas
cargaban arriba y abajo con productos de pésima
calidad. Los puentes se abrían como miembros rotos
sobre las trincheras urbanas. El mensaje de Isaac
recorría aquel horizonte caótico como un felino salvaje.
Pocas expediciones de aventureros urbanos tomaban
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