Page 164 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Los consejeros dormitaban en silencio en una bruma
de motas de polvo.
En el resto del edificio, en los intrincados corredores
y pasillos que parecían diseñados para confundir,
secretarias y mensajeros uniformados revoloteaban
agobiados en sus quehaceres. Pequeños túneles y
escaleras de mármol pulimentado se abrían desde las
galerías principales. Muchos de ellos estaban mal
iluminados y no se los frecuentaba a menudo. Un
anciano empujaba un decrépito carrito por uno de tales
corredores.
Cuando el bullicio de la entrada principal del
Parlamento comenzó a remitir a su espalda, tiró del
carrito para subir unas empinadas escaleras. El espacio
era tan angosto que apenas cabía su vehículo, y tardó
largos e incómodos minutos en alcanzar el
desembarco. Se detuvo un instante para limpiarse el
sudor de la frente y la boca antes de continuar su
penoso bregar por el suelo ascendente.
Frente a él, un rayo de sol que trataba de doblar un
recodo iluminaba el aire. Se sumergió en él y la luz y el
calor se derramaron sobre su rostro. La iluminación
procedía de una claraboya y de las ventanas del
despacho sin puertas que se encontraba al final del
pasillo.
—Buenos días, señor —croó el viejo al llegar a la
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