Page 161 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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la línea Hundida al sur de la estación del Páramo y se
aventuraban en el Bosque Turbio. Paseaban por las vías
desiertas cuanto les era posible, saltando de una
traviesa de madera a otra, dejando atrás la innombrada
estación en las afueras del bosque. Los andenes se
habían rendido a la vegetación; las vías estaban
cuajadas de clientes de león, dedaleras y rosas salvajes
que habían horadado tenaces el balasto y doblaban los
raíles aquí y allá. Los árboles de hoja perenne asaltaban
a los nerviosos invasores hasta rodearlos y los
encerraban en su exuberante trampa.
Llegaban con sacos, con catapultas, con grandes
redes. Introducían sus tardas carcasas urbanas en el
laberinto de raíces retorcidas y sombras vegetales
impenetrables, gritando, tropezando, partiendo ramas.
Trataban de localizar el canto del pájaro que los
desorientaban al resonar desde todas partes.
Realizaban burdas e inútiles analogías entre la ciudad
y aquel reino alienígeno: «Si eres capaz de orientarte en
la Perrera», decía uno tan fatuo como equivocado,
«podrás hacerlo en cualquier otra parte». Giraban,
tratando sin conseguirlo de localizar la torre de la
milicia en la Colina Vaudois, oculta tras el follaje.
Algunos no regresaban.
La mayoría volvía enfadada, con las manos vacías,
rascándose las ampollas, los picotazos, los arañazos.
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