Page 162 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Más les valía haber estado cazando fantasmas.
En ocasiones triunfaban, ahogando con un tosco
lienzo y un coro de ridículo entusiasmo a un ruiseñor
frenético, o a un pinzón del Bosque Turbio. Los
avispones enterraban sus arpones en sus torturadores
mientras eran encarcelados en frascos. Si tenían suerte,
sus captores recordaban practicar algunos orificios en
las tapas.
Muchos pájaros y aún más insectos morían. Algunos
sobrevivían para ser llevados a la lóbrega ciudad, más
allá de los árboles.
En la propia urbe, los niños trepaban por las paredes
para robar huevos en nidos fabricados entre la
podredumbre. Los ciempiés, las cresas y los capullos,
que guardaban en cajas de cerillas para cambiarlos por
cordel o chocolate, cobraban de repente valor
monetario.
Había accidentes. Una chica que perseguía a la
paloma de carreras de su vecino se precipitó desde un
tejado y se rompió la cabeza. Un anciano en busca de
gusanos fue aguijoneado por abejas hasta sufrir un
paro cardiaco.
Se robaban tanto pájaros raros como otras criaturas
voladoras. Algunos escapaban. Nuevos depredadores
y presas no tardaron en unirse al ecosistema de los
cielos de Nueva Crobuzon.
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