Page 399 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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que eran el cerebro del constructo, una riada de nuevos

            datos  e  instrucciones  se  desataba  violentamente.

            Transmitida  por  los  pistones,  los  tornillos  y  las


            innumerables  válvulas,  los  rudimentos  de  la

            inteligencia se apelotonaban en aquel espacio limitado.

                Infinitesimales  descargas  de  energía  recorrían


            martillos de vapor diminutos, de delicada precisión. En

            el centro del cerebro se encontraba una caja macizada


            con  hileras  e  hileras  de  minúsculos  interruptores

            binarios que saltaban arriba y abajo a velocidad cada

            vez mayor. Cada uno era una sinapsis de vapor que


            apretaba              botones             y       activaba             palancas             en

            combinaciones de intensa complejidad.


                El constructo se sacudía.

                En  lo  más  profundo  de  su  motor  de  inteligencia

            circulaba  el  peculiar  bucle  solipsista  de  datos  que


            constituía  el  virus,  nacido  allá  donde  una  diminuta

            rueda dentada había patinado un instante. Cuando el

            vapor recorrió aquella parrilla cerebral a velocidad y


            potencia  cada  vez  mayores,  el  inútil  conjunto  de

            preguntas del invasor se puso a circular en un circuito

            autista,  abriendo  y  cerrando  las  mismas  válvulas,


            activando los mismos interruptores en el mismo orden.

                Pero  esta  vez  el  virus  había  sido  alimentado.


            Cuidado. Los programas que el técnico había cargado

            en  el  motor  analítico  del  artefacto  enviaban




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